Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios de Marcal Aquino y Narcisa de Jonathan Shaw / Daniel Salinas Basave

Por Daniel Salinas Basave

@DanielBasave

Les presento a Lavinia y a Narcisa. ¿Las conocen? Creo que los académicos podrían entretenerse un rato elaborando un estudio comparativo en torno a estas dos chicas brasileñas, personajazas principales de este par de novelas de vicioso y enfermizo amor que me he chutado recientemente. Además de su nacionalidad, las similitudes entre ellas son bastantes. Ambas son muy jóvenes y les falta más de un tornillo en el cerebro, por no decir que están locas de atar. Loquísimas en realidad. Las dos son marginales, vivieron infancias duras en familias disfuncionales y tuvieron que ganarse la vida en la calle. Son bipolares, intempestivas e impredecibles, aunque acaban por resultar harto simpáticas. No le hacen el feo a los vicios, aunque en ese sentido Narcisa está más jarcor, pues es crackómana radical, mientras que Lavinia solo es pacheca. También sus respectivos romances son similares, pues los narradores de las dos historias son hombres errabundos de mediana edad inmersos en el desbarrancadero de un amor con esencia de ciclón o flagelo. Narcisa vive en Río de Janeiro y enamora al Cigano, un gitano rehabilitado de la adicción y la delincuencia, mientras que Lavinia, esposa de un pastor evangelista, habita en un pueblo amazónico y enamora a Cauby, un solitario fotógrafo vagabundo. Narcisa es una mega novelota de 700 páginas escrita por Jonathan Shaw, un tatuador nacido en California que ha vivido tres cuartas partes de su vida en Brasil (y también un tiempo en México). La obra ha sido leída y elogiada por personajes como Iggy Pop, Johnny Deep o Marilyn Manson. Shaw, evidentemente, amamanta de Henry Miller y Bukowski y pese a lo breve de sus capítulos, su novela se alarga demasiado dando vueltas en una viciosa y repetitiva espiral obsesiva. Por momentos todo se trata de Cigano mirando a Narcisa inmolándose en el altar del crack. Claro, tiene su dosis de poesía malandra, su deshoje de florecitas nihilistas a lo Celine o Kerouac, pero al final es un piano redundando en la misma tecla. En lo personal me gustó más la historia de Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios de Marçal Aquino. Como trama es más redonda. Aunque se hermanan en lo furtivo del romance y la patológica codependencia de los amantes, me parece que tiene más sentido del humor y los personajes respiran mejor. Hay una tensión permanente desde las primeras páginas. Sabemos que algo terrible sucedió con los enamorados, sabemos que Cauby ha caído en desgracia y que Lavinia ya no está con él, pero no tenemos idea de cómo se llegó a esta catástrofe. Aunque disfuncional y torcida, al final estamos ante una desgarradora historia de amor y su desenlace (no spoilers please) es tan triste como tierno. A Marçal Aquino lo conocí porque lo tuve de vecino en la antología Latinoir de Nitro Press y solo puedo decir que es un grandísimo narrador al que vale la pena leer. Atrévanse a recibir las peores noticias de los labios de Lavinia.

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