Aniquilación de Michel Houellebecq / Martin Petrozza
“… No es sino al final cuando Houellebecq resplandece […] para evidenciar lo oculto: esta es una novela sobre descomposición…”
La materia no se crea ni se destruye, estableció Lavoiser, y hoy nos asombra poco saberlo… Pero en este principio de conservación se esconde una cruda realidad: la transformación es muerte, la muerte, aniquilación.
Michel Houellebeq (1956), escritor francés que no necesita presentación, regresa con Aniquilación (2022), una novela cínica que desarrolla el tema de la decadencia como la recta final de cualquier conservación: Francia, por ejemplo, Europa, o Paul Raisson, personaje principal de esta última entrega, fueron gloriosos en algún momento, sin embargo, nada puede permanecer: Francia fue la cuna del arte, Europa gestó al Imperio Romano, Paul… Paul fue joven, Paul fue burgués, nunca tuvo que esforzarse por conseguir ni defender lo suyo… Pero nada se conserva para siempre.
A lo largo de una campaña política, para la que trabaja Paul como asesor del ministro de economía, Houellebecq nos adentra en lo más crudo del fin de una relación amorosa, de un suicidio, de una enfermedad terminal, y de una intrincada suerte de atentados terroristas. Los ingredientes son los mismos que en sus novelas anteriores: política, misantropía, sexo, violencia y muerte; el resultado, sin embargo, muestra a un escritor maduro que ironiza con el sinsentido de la vida profana, una vida de esperanza, desasosiego ante la incertidumbre y, curiosamente, ante la única de sus certidumbres: la muerte. Prudence, la esposa de Paul entra en juego para representar a la fuerza femenina, la vitalidad, la impulsora de vida, la gran madre, la inspiración. Después de haberse alejado de Paul, o, quizá, Paul de Prudence, ésta regresa para pasar con él los últimos días de su vida, recordarle en la antesala de la muerte, que el impulso vital debe sobrevivir y transformarse; sólo el cuerpo perece, la conciencia divina trasciende y renace: la vida no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
La narrativa, equívoca durante los dos primeros tercios de la novela, da la sensación de no llevar a nada; uno se pregunta: ¿de qué trata esto? No es sino al final cuando Houellebecq resplandece como el dios Shiva, el Destructor, para evidenciar lo oculto: esta es una novela sobre descomposición. La primera y segunda parte pueden disfrutarse o desperdigarse como la vida misma. Paul se cuestiona al final de sus días: ¿viví? La vida ocurre como un chasquido para quienes no están ahí y la muerte es terrorífica para quienes la suponen el fin de una existencia vacua y absurda.
Si bien para muchos no es la obra maestra del autor, es sin duda una visión más trabajada del mismo, con un motivo recurrente en la obra de un filósofo cínico: por más rico e importante que seas, vas a morir.