“Megaloceros” de Gerardo Lima / Por Pablo Delgadillo
“…los seis relatos construyen una mitología intrigante plagada de sacrificios, catástrofes cósmicas y monstruos inciertos…”
En medio de un lago se alza una derruida iglesia y en su interior agoniza la memoria de dioses antiguos. Los rezos que alguna vez alzaron los feligreses al cielo hoy vagan en los registros históricos en forma de leyendas ocultistas, simples cuentos para asustar a los niños antes de ir a dormir piensan algunos.
Pero de ser así, ¿por qué a los padres le tiemblan los labios cuando los niños preguntan sobre la Antigua? ¿Por qué cuando se revuelve la tierra y emergen los huesos la gente los vuelve a enterrar en silencio?
Nos situamos en el ficticio estado mexicano de Tierra Grande, entre Tamaulipas y Nuevo León. A diferencia del resto del noreste mexicano, asediado por la violencia y un calor insoportable, aquí se respira una tensa tranquilidad y un fresco, aunque insólito clima. La amenaza aquí no son el narcotráfico ni sus armas. A los miedos los evoca un terror omnipresente, una sensación de desgracia inminente, un depredador que gusta de jugar con la presa antes de atacar. Corre por el territorio una manada de tiempos ignotos que se niega a perder su condición divina y ser desplazados de sus terrenos de caza por quienes alguna vez hincaron la rodilla en su presencia.
Y será gracias a la pluma de Gerardo Lima que volveremos a postrarnos ante estas deidades. Megaloceros (2021) está estructurado en dos tomos y seis relatos a través de los cuales el autor busca devolver la gloria a estos dioses paganos. Aquellos que vivían en la naturaleza y sus bestias, para el caso que nos ocupa, los cérvidos.
Similar a los cuernos de estos animales cada historia es una ramificación de una sólida narrativa central que se remonta a los oscuros orígenes de su veneración. Juntos, los seis relatos construyen una mitología intrigante plagada de sacrificios, catástrofes cósmicas y monstruos inciertos cuya cérvida forma, es tal vez una mera ilusión para presentarse con un avatar entendible ante el lector. O quizás, otra forma de asediar la sección primitiva de nuestro cerebro, la misma donde se esconden los traumas y miedos.
Pese a esto, cada una de las historias puede leerse de forma individual sin perder sustento ni pizca de terror. Lima da rienda suelta a su oscura creatividad y a un uso preciso de las palabras para que vistamos seis diferentes pieles y sintamos el particular descenso al horror de cada uno como una experiencia nueva. Cacería, pintura o conservacionismo, la oscuridad que disemina al describir a sus personajes no discrimina y promete invadir cada relato para incomodar al lector.
Es un viaje entre abismos personales y pesadillas recurrentes en las que se perciben influencias de Lovecraft o Stephen King aquí y allá. La tierra retumba al galopar los cascos, el Gran Ciervo se acerca, ¿estará dispuesto el lector a responder el llamado?