“Adiós a las armas”, de Ernest Hemingway / Por Gustavo Conde
“El mundo rompe a todos y al que no rompe, mata. Mata a los buenos, gentiles y valientes de manera imparcial. Si no eres ninguno de ellos, puedes estar seguro de que te matará a ti también, pero no habrá ninguna prisa especial.” Final alternativo (no publicado) de la novela
Alerta de espóiler/destripe: Esta reseña puede contener revelaciones sobre la trama, los personajes, el desenlace u otros aspectos clave de la obra literaria analizada.
La belleza de una buena novela muchas veces recae en el sentimiento y ardor que nos provocan las frases que contiene. La pretensión muchas veces puede ahuyentar la conciencia humana que pudo existir dentro de una ficción: la búsqueda de la palabra correcta es la clave.
La trama de Adiós a las armas es sencilla: Italia de la primera guerra mundial. Un joven soldado americano llamado Frederick Henry es herido durante un conflicto y enviado al hospital donde conoce a la enfermera Catherine Barkley, con quien termina teniendo un romance. Su amor por ella y sus deseos por mantenerla a salvo lo harán cuestionarse los límites de la crueldad del mundo, el cual, a palabras del escritor, “rompe a todos”. En los ojos de Henry podremos ver la verdad de los conflictos bélicos; conoceremos los deseos inconclusos, los amores partidos y los miedos humanos de aquellos que formaron parte sin desear serlo.
A lo largo de las 330 páginas y con las acciones de Frederick Henry somos testigos de una Europa desanimada por la guerra, soldados que ya no le encuentran sentido a su lucha y el nacimiento de una generación que poco después sería denominada por Gertrude Stein como “La generación perdida”.
Una novela arriesgada en su época por el lenguaje altisonante y las relaciones sexuales extramatrimoniales las cuales ocasionan el embarazo de Catherine y dan pie a uno de los finales más tristes de la literatura: la pareja huye a Suiza en donde son descubiertos, pero consiguen convencer a la policía de ser estudiantes. A los pocos meses ella tiene que dar a luz. El parto se complica, el bebé y ella mueren, Henry vuelve solo a su hotel, bajo la lluvia.
El amor entre Henry y Barkley es la muestra del alma idealista del propio Ernest Hemingway, y la muerte de Catherine es el rencor que poseía hacia su primer amor: es una historia escrita porque existen sentimientos y memorias que merecen ser dichos y recordados. Una narrativa esculpida por una prosa sencilla, pero sincera, que permite que cualquiera pueda sentir cada una de las páginas escritas. Si hubiera algo que destacar de la forma de escribir del autor es el dramatismo con el que relata la historia. Las frases y la forma de hablar de varios personajes pueden parecer sacadas de películas al estilo de Casablanca, sin embargo, es esa sobreactuación la que enfatiza la pasión de una juventud perdida.
El dilema de si hay que separar al arte del artista se rompe con Hemingway, quien era un fiel creyente de que para escribir hay que vivir, por lo que sus historias suelen estar perfumadas con hechos autobiográficos y esta novela no es la excepción. El sentimiento mantiene viva a una memoria, pero detrás de ella existe tanta ficción como verdad. Hemingway es visceral en su forma de narrar. Y si la novela te rompe es porque a él lo rompió vivirla y escribirla.
Adiós a las armas sigue siendo una de las obras clave en la ficción americana del siglo XX y uno de los libros más destacados del autor, en el que nos deja entrever varias de sus pasiones: la guerra, el amor, las mujeres y el alcohol. Con momentos felices, tristes y románticos observamos lo holística y efímera que es la vida y la pureza e inocencia del corazón que arde y palpita por primera vez.
La parte coja del libro es su extensión. Las novelas de Hemingway suelen ser criticadas por su innecesaria longitud. Es veraz decir que por varios momentos Adiós a las armas se siente como un cuento alargado de más. Habría que mencionar que recuerda mucho a su historia A Very Short (Love) Story; la cual podría funcionar como una predecesora. Sin embargo, el ritmo de la prosa y la constante acción permiten que eso pase desapercibido.
Escrita en quince meses, su final fue reescrito más de cuarenta veces. Destaca el favorito de Scott Fitzgerald, quien al leerlo mencionó que era una de las oraciones más bellas jamás escritas en la literatura americana: “El mundo rompe a todos y al que no rompe, mata. Mata a los buenos, gentiles y valientes de manera imparcial. Si no eres ninguno de ellos, puedes estar seguro de que te matará a ti también, pero no habrá ninguna prisa especial”.
Un final que no llegó a la publicación, pero que resume los sentimientos de una obra que destroza a cualquiera que la lee, y más porque cada palabra con la que fue escrita es la correcta.
Disfrute la forma en que se narro, aunque contiene algunos spoilers creo que incentiva a uno a leer la novela a futuro, gracias por la reseña