“La parte extraña” de Andrea Centeno / por Silvano Cantú
“Andrea Centeno, […] es un nombre que debe frecuentarse al hablar de lo mejor de las autoras latinoamericanas contemporáneas”
Quizás fue en la tierra de Freud y de Kafka en la que nos perdimos uno del otro
Andrea Centeno, La parte extraña, La valija
Lo he leído dos veces y media. Algunos de los cuentos que conforman el volumen, aún más. En todas las ocasiones, me ha movido el hedonismo. Con esa urgencia releí los cuentos que más me gustaron y pude al fin saber qué era esa dudosa energía que saboreaba al cerrar el libro. No era coraje, ni ansiedad, ni desolación, ni esa inepta pesadez de asomarse a la tristeza colectiva (que tan amarga y consoladora puede resultar a la vez). Nada de eso. Lo que sentía ¡era esperanza! Y esta breve nota, además de hablar de lo que en La parte extraña me resultó esperanzador, habla de por qué creo que abrirle la rendija a esa emoción escasa en el presente es la misión central de aquellos a quienes – parodiando a la perdida Cristina Pacheco – “aquí nos tocó [escribir]”.
En medio de la marea de literatura del desencanto que inunda el panorama latinoamericano actual, La parte extraña (Equidistancias, 2023) escrito por la escritora y periodista Andrea Centeno, argentina avecindada hace años en Sao Paulo, se distingue por su llamado a resistir al mundo, con lo mucho o poco que nos haya dejado para hacerlo. Irónicamente lo único que queda para defender es el corazón invisible del alma que desafía al mundo. Ese diminuto corazón es el deseo.
Los catorce cuentos de La parte extraña abren puertitas a algunos de esos universos de lo pequeño posible, donde lo cotidiano se ve asaltado por lo insólito, donde el principio de placer se derrama y envenena -ojalá para siempre- el disminuido principio de realidad. Desde el impactante “Telma Luz”, que lleva la fábula de la feminidad desesperada de Ridley Scott a un trasunto latinoamericano y trans, hasta el kafkiano “El monstruo”, pasando por el inesperado “Nada del otro mundo”, Centeno hace desfilar a sus criaturas dolientes sin caer en el morbo ni en el sensacionalismo. Incluso les depara algunas dichas. Para mí esto siempre ha sido una cualidad de los autores que no debería pasarnos de largo: si conceden a sus personajes alguna gracia, si se deja entreleer que sintieron por ellos algo de compasión. Lo extraño de La parte extraña es que me permite ratificar que Andrea Centeno tiene buen corazón aún, pese a sus tantos años de incurrir en el periodismo, expuesta a esta realidad latinoamericana que además de tener poderes amargadores, se le ha suministrado a nuestra autora en dosis industriales, día con día.
Al deslizar las páginas del libro, no puedo dejar de pensar -porque la ñoñez es tenaz- que hay algo de esa siniestra familiaridad a la que se refería Freud cuando usaba el concepto de das unheimlich, la inquietante extrañeza que acompaña a lo que siempre ha estado ahí, o que ya se ha vivido pero ahora vuelve sin disfraces, monstruoso como siempre lo fue, como todo lo que retorna de la represión. Pero Freud no contaba con las sublimaciones de Centeno, que no se contenta con mostrarnos los rostros desfigurados por el dolor o el horror cotidianos, sino que entrega a sus personajes la insana y merecida artillería de sus propias fantasías.
Aunque sus personajes viven acorralados por los dispositivos ubicuos de producir sujetos (lo normal, lo ejemplar, lo correcto), obligados a vivir en un permanente estado de peligro ante el odio de los perfectos, o bien, de los imperfectos que los pisan para elevarse a la estatura de la perfección, en el momento en el que los muros de las buenas costumbres sucumben a los relámpagos, esos personajes evitan caer en la conformidad y esa insurrecta fidelidad a su deseo los salva.
Centeno tiene un talento destacado para hallar la nota en medio del caos y la belleza en medio de la nota. Su prosa es a la vez cruda como la crónica y lírica como el poema, capaz de convertir un café que languidece junto al mar en una fuga submarina, o guardar las “bombachas” en el cajón en ritual genealógico, o una sórdida historia de abusos domésticos en una instantánea social.
La parte extraña es un libro urgente en un medio literario en el cual el estilo se ha estandarizado y parece haberse rendido a la desolación, al morbo gore o al cinismo. Y por ello, Andrea Centeno, que suma esta obra a su también reciente y exitosa novela Nadie me llevará flores, es un nombre que debe frecuentarse al hablar de lo mejor de las autoras latinoamericanas contemporáneas.