“El indio Victoriano” de Gustavo Vázquez Lozano / Por Javier Moro Hernández

“…la historia de México se ha construido a partir de lucha entre […] hombres ambiciosos y poco escrupulosos […] y los hombres que han intentado construir una serie de instituciones para fortalecer el país…”


Todo país necesita de un gran villano y en México tenemos nuestros villanos favoritos: Cortés (o los españoles), Antonio López de Santa Anna, Maximiliano de Habsburgo, Porfirio Díaz. Y por supuesto, Victoriano Huerta… (Aquí puede agregar al villano de su preferencia)… todos ellos protagonistas de un momento histórico determinado, todos personajes de sombras y claroscuros, que, sin embargo, la historia oficial ha colocado en la picota.

La novela histórica es un género literario golpeado por la crítica, pero que en México se consume y se lee mucho.  Algo acerca de lo que se debería hablar, tomando en cuenta los bajos índices de lectura en nuestro país. Varias de estas novelas se han convertido en récord de ventas en nuestro país, como fue el caso de Porfirio Díaz de Manuel J. Fernández, que aborda la historia del dictador oaxaqueño.

No deja de ser paradójico que seamos uno de los países más nacionalistas del continente y al mismo tiempo, seamos un país que constantemente revisita su pasado. Por lo menos a través de la literatura. Por otro lado, los personajes trágicos siempre contienen las semillas de su propio fracaso. Los grandes villanos de la historia nacional tal vez nos hablan más del alma de nuestros propios países que esos héroes que adornan con sus estatuas las plazas de las grandes ciudades latinoamericanas.

Este sería el caso del general y dictador Victoriano Huerta, miembro del ejército federal de Porfirio Díaz, quién se destacó en su carrera militar en medio de esta dictadura, primero como geógrafo y topógrafo, pero también como comandante de varias expediciones militares que reprimieron sublevaciones en Guerrero, Sonora y Yucatán, por mencionar solo algunas. Tras la caída del régimen de Díaz, el general Huerta pasó a las órdenes del presidente Francisco I. Madero, a quién terminaría traicionando durante la llamada Decena trágica. Huerta al frente de las fuerzas federales daría un golpe de Estado que terminaría con el gobierno del coahuilense, que sería arrestado y después vilmente asesinado cuando supuestamente era trasladado a la prisión de Lecumberri.

Huerta gobernaría mientras crecían las insurrecciones Constitucionalistas en el sur y en el norte del país. Ante la presión nacional e internacional, Huerta entrega el poder. La lucha fratricida continuaría varios años más, bañando en sangre a México, en uno de los momentos históricos que determinaría el perfil de nuestro país.

Eso, grosso modo es lo que sabemos, lo que se nos enseña en la escuela sobre Victoriano Huerta, un personaje oscuro y duro en donde los haya. Un hombre acusado de alcohólico, de violento, de cruel. Un hombre que durante muchos años sirvió en el ejército porfiriano, reprimiendo varias rebeliones, formando parte de los excesos y de las violencias que se cometieron en contra de poblaciones indígenas, como fue el caso de los Yaquis de Sonora y de los Mayas en Yucatán. Pero también es un hombre intrigante, un matemático brillante, un topógrafo que ayudó a conocer la belleza de México. Un poco de eso es lo que podemos descubrir en la novela del escritor Gustavo Vázquez Lozano El indio Victoriano, publicada por la editorial Debate.

Gustavo Vázquez Lozano (Aguascalientes, 1969) busca darnos cuenta de la profundidad psicológica de un personaje como Victoriano Huerta, del que se desconoce prácticamente toda su infancia y parte de su juventud. Nacido en la pobreza en el pueblo de Colotlán, Jalisco en 1850, de padres huicholes, vivió entre levantamientos, epidemias de cólera e incursiones de bandidos, que robaban, atacaban al pueblo y lo dejaban en ruinas. Para el autor de la novela, esto nos da cuenta del odio que le tenía Huerta al caos, al desorden.

También esta situación caótica nos permite entender el porqué la decisión que tomó Huerta desde muy joven de volverse militar y querer llegar a ser General de División. Un camino que será largo y difícil, pero en donde encontrará ayuda del mismísimo presidente Juárez, con quién Huerta se entrevistará una vez que ya es cadete del Colegio Militar, un lugar en donde solo se admitía a personas con apellidos ilustres. No hay mucha información sobre dicha reunión, pero lo único que conocemos fueron algunas palabras que Huerta le comentó a un amigo durante su exilio en los Estados Unidos. En dicha conversación Juárez le comentó que “‘de indios como usted, la patria espera mucho.”

Al salir del Colegio Militar, Huerta fue un militar de encargos más científicos que militares: participó en la Comisión Geográfica Exploradora, que tenía el objetivo de elaborar la primera carta general de la República Mexicana. También durante esos años fue comisionado para darle mantenimiento a los fuertes de Loreto y Guadalupe en Puebla y al de Perote en Veracruz.

Es en esta parte en donde el autor nos cuenta el origen de los famosos espejuelos que Huerta usaba por problemas de la vista. Vázquez Lozano menciona la pasión de Huerta por la astronomía, ya que mientras el entonces coronel estaba comisionado en Veracruz tuvo lugar un eclipse del sol. Ahí podemos ver el poder de la pluma del autor quién nos narra que el militar subió al Pico de Orizaba para observar, sin la protección adecuada, el eclipse solar, dando como resultado el daño a la vista del famoso general, que pasará a la historia con el apodo de “El Chacal”. 

Es hasta los 40 años cuando Huerta entra al séquito del dictador Díaz, y recibe encomiendas militares en el estado de Guerrero, en donde reprime un levantamiento militar, para después ser enviado a Sonora en contra de los Yaquis. Es en esos enfrentamientos en donde empieza a ser conocido por su violencia y dureza en contra de los enemigos y de sus propios soldados. Es a principios del siglo XX cuando es enviado a la Península de Yucatán para sofocar la rebelión de los Mayas.

Otra parte de los elementos mencionados en la novela es la entrega a la carrera militar, de la cual no se benefició de manera ostentosa. A diferencia de otros militares que crecieron a la sombra del dictador Díaz, Huerta no se enriqueció y de hecho vivía endeudado. Algo que resulta extraño a la luz del crecimiento de las fastuosas riquezas que crecieron al amparo del poder político y militar a lo largo de los treinta años de la dictadura de Diaz.

Así llegamos al momento crucial de la Revolución Mexicana, en la cuál Huerta jugaría un papel relevante tanto en el plano militar, como en el histórico, como bien sabemos. Tras la caída de Díaz, Huerta encabezó la represión y la persecución del levantamiento Zapatista en el sur del país, y en contra de Pascual Orozco (al que venció en sendas batallas) en el norte. Esta victoria lo catapultó a ser considerado un héroe de la patria y lo llevó al gabinete de Madero, al que, sin embargo, despreciaba.

La conjura y rebelión militar de Bernardo Reyes (padre del escritor Alfonso) y de Félix Díaz, conocida como La Decena Trágica, en la cuál los militares sublevados se atrincheraron en la Ciudadela, desde donde bombardearon el Palacio Nacional, fue el momento más álgido de la carrera militar de Huerta. En la novela se nos dice que las fuerzas leales a Madero eran insuficientes para derrotar a los sublevados, y que las fuerzas que llegaban a la capital (entre las que se encontraban las capitaneadas por el coronel Aureliano Blanquet, de triste recuerdo) no eran del todo afines al presidente.

El autor nos dice que Huerta no inició la rebelión y aunque intentó defender a las instituciones, el presidente Madero había perdido el control de la situación, y era repudiado por una parte de la sociedad mexicana y del ejército. En esas circunstancias, Huerta decidió pactar con los sublevados, en un hecho por demás lastimoso, que se conoce como el Pacto de la Embajada (aquí hay que recordar el funesto papel del embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson).

Después viene la traición, el golpe de Estado, el arresto de Madero y de su vicepresidente y su posterior asesinato artero. El golpe de Estado estaba pactado y el Pacto tenía un procedimiento para que se llevarán a cabo elecciones, que ganaría Díaz. Sin embargo, Huerta no estaba dispuesto a dejar el poder.

El libro nos dará cuenta del gobierno de Huerta, que se iría endureciendo cada vez más, en una dependencia total al ejército federal, que, sin embargo, no pudo hacerles frente a las fuerzas revolucionarias, por lo que terminaría siendo expulsado del país, en un exilio que se extendería por España y los Estados Unidos. Este periplo se convertiría en una aventura cuasi cinematográfica, ya que estando en Barcelona fue contactado por el servicio de espionaje del Kaiser alemán, con la propuesta de retomar el poder en México a cambio de declarar la guerra a Estados Unidos en el marco de la I Guerra Mundial. Además, el Reich alemán accedería al petróleo mexicano, por un lado, y buscaría impedir que Estados Unidos entrará a la Gran Guerra en Europa.

Huerta, convencido de la factibilidad del plan, viajó a los Estados Unidos y se entrevistó con Orozco, a quién convenció de formar parte del plan. Sin embargo, los dos jefes militares serían arrestados en Arizona antes de cruzar a México, y Orozco fallecería en un enfrentamiento contra los Rangers de Texas en su intento por llegar a México, mientras que Huerta permanecería preso en Fort Bliss y después en una casa en la ciudad de El Paso, en donde fallecería.

Traidor, militar desalmado y cruel, pero al mismo tiempo un hombre que sufría por amor y que al mismo sufrió en carne viva el racismo tan presente en México, y que se hacía patente al ser llamado por sus compañeros de armas con desprecio como “el indio” Victoriano, Huerta no deja de ser un hombre complejo, duro, rudo, y al mismo tiempo, sentimental y excesivo. Sin duda, la historia de México se ha construido a partir de lucha entre estos hombres ambiciosos y poco escrupulosos, que han buscado imponerse sobre el resto de la humanidad, y los hombres que han intentado construir una serie de instituciones para fortalecer el país. El indio Victoriano de Gustavo Vázquez Lozano nos da cuenta de un momento histórico en donde la estabilidad daría paso a la turbulencia, de la cuál México saldría siendo un nuevo país.

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