“Realidad total” de Maria Alzira Brum Lemos / Por Miguel Ángel Hernández Acosta

“Maria Alzira Brum llega con un artefacto que es un juego, pero también una bomba…”


En un momento cuando algunos libros de narrativa simplifican su escritura en pro de una anécdota bien contada, cuando se antepone la temática a la forma y cuando los experimentos literarios se publican poco, Maria Alzira Brum llega con un artefacto que es un juego, pero también una bomba. Realidad total representa un hecho literario inasible porque se transforma a cada página y porque la inverosimilitud gobierna ese mundo que contiene a una narradora quien, al tiempo que descubre su rededor, también confunde al lector al saltar de una trama a otra.

El libro comienza con un diálogo: “–¿Quieres jugar? // –No ahora. // –¿Quieres jugar? // No contigo. // –¿Quieres jugar? // No”. Y al dar la vuelta a la página ya se está dentro de este artefacto lúdico.

Primero, hay una imagen de televisión que encabeza cada uno de los fragmentos en que se divide esta narración. Luego, una narradora que vive junto con su familia cerca de un matadero, quien desea ser parte de un club literario, quien tiene una hermana y es amiga del Hombre de Azul, que “no estaba loco, sino atrapado en una canción extranjera”. Sin embargo, la extrañeza no está sólo en los personajes o en las situaciones que ocurren, sino en todo lo contado: “La casa, como si estuviera viva, cambiaba todo el tiempo; y esos cambios, aunque significaban que se estaba descomponiendo y muriendo, como lo hacen tarde o temprano todas las cosas, eran bastante creativos”.

Tras estas páginas en que creemos conocer a la narradora, llega un quiebre (de los muchos que se presentarán): la narración se divide con apuntes que parecen indicar a qué puede asirse el lector para avanzar en cada una de las casillas de este tablero: “Tal vez no te hayas dado cuenta, pero entramos en una autobiografía creativa”, “Tal vez no te hayas dado cuenta, pero entramos en un cuento policiaco”, “Tal vez no te hayas dado cuenta, pero entramos en una canción extranjera”, “Tal vez no te hayas dado cuenta, pero entramos en mi primer texto”… Y así continúa hasta que, para terminar, nos advierte: “Tal vez no te hayas dado cuenta, pero caímos en una artimaña”.

Con un texto así, cómo analizarlo, cómo intentar resumir un contenido que se transforma tras cada página. Quizá la descripción de algunos de los personajes, objetos y manías, puedan trazar una posible ruta: el Hombre de Azul llama Hada a la narradora; Madre recurre a palabras para enmascarar sus verdades intenciones (dice, por ejemplo, “amante” cuando desea decir “puta”); entre la narradora y su Hermana usan el nombre de dos muñecas (Ge y Gi) para comunicarse entre ellas; Los Cosacos Naïfs son un grupo de buleadores que impiden a la narradora unirse al Club Literario; el Niño (el hermano de la narradora) siempre que aparece necesita ser bañado; el Dr. 1 y el Dr. 2 (así, en abreviatura) analizan cuanto sucede desde los puntos de vista más extraños; los Vecinos del Lado B poseen revistas rusas en mal estado que la narradora lee, y la narradora y su familia poseen una lavadora, “de la marca Literatura y fabricada en los años sesenta”, que aunque desconectada de la corriente seguía en movimiento hasta que Padre la descompuso dándole de martillazos: “–¿Qué hiciste con la Literatura? ¡Destruiste la Literatura! ¿Y ahora qué? // Pensé que él iba a darle en la cabeza con el martillo, proporcionando el trauma que impulsaría mi vocación para la escritura y aportando el motivo de mi primer texto, un cuento policiaco. Sin embargo, en vez de eso, devolvió el martillo con cuidado en unos periódicos, los depositó al lado del bote de basura y salió en dirección a la sala sin decir nada”.

Detalles como los anteriores dan indicios de la manera como leer este libro. A ello debe sumarse las referencias al arte contemporáneo y una lucha constante entre lo que la narradora cree, lo que le aconseja el Viejo Escritor (quien “hablaba y blablablaba”), la Gran Escritora obsesionada con el tamaño de “las pijas” y la Joven Escritora, quien usa las palabras de diario. Éste es un libro que cuestiona los conceptos de la literatura: el fragmento narrativo, la creación de personajes ya no necesariamente verosímiles y de escenas que permitan ubicarse al lector, el manejo de un tiempo que es múltiple, así como la ubicuidad del espacio en que se mueven los personajes. Es una forma de escapismo para salir del continente literario hegemónico, que desestabiliza las normas y las etiquetas con tal de crear más que una historia un momento y una sensación (casi surrealista); es también un flotar por encima de los cánones actuales, debatirlos y visibilizarlos desde una perspectiva novedosa. Dice la narradora (tal vez) al respecto: “De todas formas, hay una falla, me falta aprender algo. Lo noto porque hay mensajes que no mando porque no sé comunicarlos y otros que no recibo porque no sé interpretarlos”.

Ya en La Orden Secreta de los Ornitorrincos (2014) y No hacerlo (2015), María Alzira Brum había jugado con lo que se entiende por literatura y llevado el lenguaje del experimento hasta la creación de formas distintas de entenderlo. Con Realidad total continúa en esta desestructuración o deconstrucción de “lo literario” y muestra armas respecto a una literatura que incomoda, que le exige al lector y que es imposible de asir/comunicar porque está hecha para leerse/interpretarse. Como apunta casi al final del libro la narradora: “Es una cuestión de percibir las cosas (una caja, un círculo, una lavadora) por las relaciones que tienen entre sí independientemente de sus dimensiones, usos, definiciones. […] Vista desde esta perspectiva, una palabra es una cosa que puede ser muchas cosas, principalmente un truco. Aunque un cerdo sea una cosa que solo puede ser un cerdo, la palabra cerdo puede referirse a mí, el coprotagonista de la obra escolar, el cómplice de esta obra, el accesorio, el gemelo: el autor. […] la realidad es solo una pantalla plana, una superficie sin adentro ni afuera. Simultáneamente revelado y revelación: la literatura y el texto estropeados y destripados”.

Realidad total es un hecho literario de difícil clasificación, pero cuyos méritos aparecen a diestra y siniestra. En alguna página la autora da pistas de la genealogía de la que procede este libro: César Aira, Haroldo de Campos, Hilda Hilst, Diego Maquieira… Y justo es en el desparpajo, la falta de formalidad y el humor donde es posible disfrutar este ejemplar que llena de frescura el panorama literario.

María Alzira Brum Lemos. Realidad total. México: Ediciones Mastodonte, 2023.

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