Los ecos de la narrativa de la Revolución: el caso de “El águila y la serpiente” / Por Carlos Torres Tinajero
“…Este libro hace hincapié en la interioridad humana, y en el retrato exacto de los valores y de los anhelos de la época, mucho más allá del peso real y simbólico de las figuras históricas…”
Don Martín Luis Guzmán fue uno de los prosistas más notables de nuestro siglo XX literario. La apuesta de El águila y la serpiente da muestra de la importancia de su trayectoria y de la gesta revolucionaria en el México de esa época. Al mismo tiempo, visibiliza los conflictos sociales de sus protagonistas, en medio del combate bélico y de la disputa por la formación del país, siempre dotándolos de rasgos de humanidad —a través del interés por los batallones villistas y una clara oposición a Victoriano de la Huerta, a quien Guzmán considera traidor y asesino tras el cuartelazo de 1913—. Lo anterior lo consigue el autor a través de un lenguaje preciso, donde la recreación escénica y la evocación sensorial ocupan lugares fundamentales en la construcción de la narrativa.
Este libro hace hincapié en la interioridad humana, y en el retrato exacto de los valores y de los anhelos de la época, mucho más allá del peso real y simbólico de las figuras históricas —lejos del maniqueísmo—, con sus atributos, sus virtudes y sus defectos —sin sacralización ni condena—, como la de cualquier persona en el México de aquel periodo.
El texto cuenta con puntualidad las hazañas revolucionarias desde una perspectiva testimonial y aventurera, por ejemplo, la travesía en el barco Morro Castle, una de las proezas en la revolución, que destaca por la fuerza prosística incomparable, por la profundidad histórica del período y por la hondura psicológica de los personajes. La ambientación de los espacios —el cielo, las nubes, retratados con un buen ritmo narrativo por Guzmán a lo largo del trayecto en el Morro Castle, sólo por poner un ejemplo— tienen una función importante en el desarrollo de la trama. Aunado a ello, se recrean las luchas humanas de los protagonistas en un intento bien logrado por meterse en las entrañas de los personajes, a partir de la descripción de las atmósferas, de los caracteres y de las disputas internas.
En ese sentido, la técnica de Guzmán combina crónica, memoria, reseña histórica y novela con frescura, elegancia y sencillez. Esto con el objetivo de retratar lo mejor de esa etapa, de sus protagonistas, de sus trayectos y de sus ambiciones.
La trama, que muestra la percepción personal de Guzmán, es una radiografía sensible —el autor se asoma a las motivaciones políticas e históricas de los actores— para entender la importancia de esa época en la Historia de México. Además de ello, a la par de otros autores, Guzmán consolida nuevas estrategias narrativas en la tradición literaria de esos años en nuestro país, como las antes mencionadas.
Así, el trabajo prosístico de Guzmán, de gran arraigo en la literatura mexicana, es imprescindible para acercarse a las cabezas de la División del Norte y otros actores de la época —Francisco Villa, Adolfo de la Huerta o Álvaro Obregón, por mencionar algunos—, así como a sus intenciones políticas, militares y humanas, primordiales para repasar la querella revolucionaria y para definir un rumbo colectivo.
En suma, El águila y la serpiente revive, gracias a la precisión en la escritura de Guzmán, innumerables acontecimientos revolucionarios —encuentros y acuerdos, pero también desencuentros y desacuerdos— entre los líderes principales de la revolución. Esto hace posible adentrarse en la pugna por el poder desde la voz de uno de los escritores mexicanos más importantes del siglo XX —Guzmán— quien se unió a las fuerzas de Villa para describir sus objetivos y sus combates, además de para registrar con fidelidad y con rigor una de las batallas civiles definitorias para el país.