“La vegetariana” de Han Kang / Por Cecilia Santiago

“…¿qué sentido tiene la vida cuando esta no deviene de la alegría y de las ganas de estar en ella?”


La vegetariana no es una historia de alguien que, por motivos religiosos, nutricionales, ecológicos o morales decide dejar de alimentarse de la carne de animales. Es, desde mi punto de vista, una narración poderosa de personas que se hablan a sí mismas, que se dicen cosas políticamente incorrectas, cosas veladas, oscuras, dolorosas; cosas que las personas sentimos y pensamos, pero que preferimos ignorar por temor a asumir las consecuencias.

Con esta novela, la sudcoreana Han Kang, recientemente merecedora del Nobel de Literatura, nos introduce a través de una prosa extraordinaria, a lapsos de la vida de Yeonghye, su hermana mayor y los cónyuges de ambas.

Escrita a tres voces y en tres partes. Comienza con el soliloquio de un esposo que reflexiona sobre las razones que lo llevaron a elegir a su esposa:

una criatura ni gorda ni flaca, ni bella ni fea, sin ninguna cualidad exaltada, ideal por ser gris.

Una compañera ajustada a sus necesidades, alguien que no resalta, no estorba, ni preocupa, hasta el fatídico momento en que, de la aparente nada, deja de alimentarse, cocinar y hasta comprar carne, motivada por un opresivo y recurrente sueño de sangre. En esta parte, es evidente la incomodidad que la vegetariana (Yeonghye) provoca en quiénes están cerca. No es compasión ni empatía, es incomprensión, rechazo total a lo que parece ser el inicio de la locura.

El segundo capítulo es narrado por el esposo de la hermana. El artista, quién atormentado por su falta de creatividad de al menos dos años a la fecha, comienza a tener dudas sobre la calidad estética de su obra completa. En esta parte, ese esposo se vincula con la vegetariana, primero confesándose que la hermana de su mujer siempre le pareció más adecuada, más bella. Obsesionado con un nuevo proyecto que incluye a su cuñada y particularmente a la mancha mongólica que todavía ella conserva.

La materialización de la puesta en escena muestra a la vegetariana convertida en un ser entre vegetal, animal y humano con un cuerpo florido que se entrelaza a otros cuerpos vegetales. A mi esta parte del libro me resulta bellamente erótica.

En el tercer acto se muestra el crudo resultado de ser diagnosticada con una enfermedad mental. Una explicación convincente para forzar a quien carece de razón a ser dueño de su destino. Aquí, la hermana de la vegetariana en su responsabilidad por lograr que su hermana viva, nos llevará a conocer una infancia habitada de violencias, una niñez triste y desteñida. Nos compartirá que su madurez precoz y persistente es resultado de una forma de sobrevivencia tendida de un frágil hilo.

El eco de recuerdos que puso la hermana de Yeonghye en el fondo del pozo emerge y ahora discurre por el sombrío bosque real que rodea la institución psiquiátrica, así como por el denso bosque de la memoria donde la vegetariana quiso quedarse un día y otro día de otro tiempo. Entrar en ese bosque nos hace saber y comprender.

Con esta novela profundamente humana me pregunté, ¿qué sentido tiene la vida cuando esta no deviene de la alegría y de las ganas de estar en ella? ¿Por qué pensamos que dejar morir a una persona es deshumanizarnos? ¿Por qué tiene tanto valor la vida?

Este libro me puso a pensar que vegetar -germinar, nutrirse, expandirse- puede ser una decisión personal frente a un mundo que no da tregua. La vegetariana es una metáfora de fundirnos con la naturaleza y alcanzar una vida libre de violencia. Siendo autótrofos, sujetados al suelo, conectados a través de micelios, cobijando vida.

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HYS
HYS
11 Horas Antes

Me gustó tu reseña, Cecilia.

Capturas de manera poderosa la profundidad y las emociones que atraviesan esta novela.

Tus reflexiones finales son especialmente provocadoras y dejan mucho para debatir, tal vez algún día, si el fado lo concede.

¡Gracias por compartir tus pensamientos!