Los Terranautas de T.C. Boyle / Pablo Delgadillo

“…abrimos el libro esperando una utopía de ciencia ficción y nos quedamos por el disfrute de ver cómo surgen problemas entre un grupo de personas que pronto pierden el aura de respetables científicos…”


Los Terranautas de T.C. Boyle. (Ed. Impedimenta)

Es el año 1994, en el desierto de Arizona el filántropo millonario Jeremiah Reed ha decidido emprender un experimento científico ante la amenaza del cambio climático. Preocupado porque la destrucción del planeta sea irreversible ha construido una enorme cúpula conocida como la E2, dentro ha reproducido diferentes biomas para simular la terraformación de Marte y calcular las posibilidades de éxito de una colonia a largo plazo.

Ocho científicos de diversas áreas (4 hombres y 4 mujeres) han sido seleccionados para ser confinados unos cuantos años y llevar a buen puerto el experimento de supervivencia tras el fallo de un primer equipo que tuvo que ser evacuado luego de una emergencia médica.

Y cualquier lector, tras leer estos primeros párrafos esperaría toparse con un emocionante libro de ciencia ficción lleno de lenguaje científico donde la humanidad trabaja en conjunto para garantizar su supervivencia. Pero no es así, en su lugar encontrará lo más absurdo de su comportamiento conforme al confinamiento avanza.

La pasión inicial del proyecto se desvanece entre el equipo y la idea de lograr algo grande para la humanidad queda en segundo plano cuando los recursos dentro comienzan a escasear gracias a los problemas que surgen. El desarrollo del proyecto por parte del Control de la Misión hace que los terranautas comiencen a fantasear más con las glorias personales que obtendrán al salir que con los beneficios finales que pudieran aportar a la comunidad científica a partir de los años de estudio.

La comunidad dentro de la E2 se corrompe (o es corrompida, quedará en el lector juzgar) para sorpresa de todos los involucrados pese a que su situación, hacía imaginar que estarían aislados de los males propios del mundo exterior como el ego.

Todas las culpas parecen ser del Dios Creador, no la figura omnipotente que mira desde el cielo según la religión sino la figura omnipotente que todo lo vuelve rentable.

Dios Creador es el apodo secreto que los empleados han dado a Jeremiah Reed. Ganado a pulso no por su idea visionaria de poner en marcha un nuevo jardín del Edén sino por la forma en que maneja a capricho a cada uno de los involucrados con tal de sacar el máximo provecho. Y la E2 no iba a ser la excepción, después de todo debía garantizar alguna ganancia luego de la fuerte inversión en el proyecto y tras manchar su imagen con el fracaso del primer equipo.

Paralelo al experimento en el interior comienza otro por fuera. Uno lleno de relaciones públicas, entrevistas y cámaras de televisión. El gran logro del proyecto no es despertar el interés de la gente por la ciencia sino provocar su morbo con el comportamiento y relaciones interpersonales de los participantes, convertir todo en un reality show en el que el Control de Misión debe manejar con cuidado qué debe ver la gente en sus televisores y qué se filtra a la prensa. Un fallo mínimo detendría la inyección de recursos que recibe la E2 gracias a la venta de los derechos televisivos, la mercancía y las entradas.

Y ahí es donde entra el gran acierto del autor, el convertirnos en uno más de esos espectadores morbosos que inicialmente abrimos el libro esperando una utopía de ciencia ficción y nos quedamos por el disfrute de ver cómo surgen problemas entre un grupo de personas que pronto pierden el aura de respetables científicos.

Queda como curiosidad mencionar que la idea del libro no es “original” de Boyle, él se basó en lo ocurrido con la Biosfera 2 en 1991, un proyecto que esperaba servir de prototipo para una colonia en Marte.

Medía una hectárea, disponía de cinco biomas y tierras cultivables su costo rondó cerca de 150 millones de dólares. Se suponía que estaba proyectada para perdurar durante un siglo, pero apenas duró 2 años activa luego de que, según versiones oficiales, fallaron los sistemas de agua potable y oxígeno, los cultivos no prosperaron y las especies se extinguieron.

Además, la prensa pudo comprobar que periódicamente el aislamiento se rompía para proveer de recursos a los participantes. Quizás es tiempo de empezar a valorar de verdad al planeta Tierra.

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