Ojos negros de Frédéric Boyer / Javier Moro
En Ojos negros, publicada por Sexto Piso, tenemos una novela que reconstruye un momento: el instante en que una hermosa mujer, de piel blanca, de cabello negro, se muestra desnuda, sin ambages, sin faltas modestias, ante los ojos de un niño.
Novela de prosa poética, novela en donde el tema es uno y univoco: el amor.
Pero no, ni siquiera.
Porque el tema de la novela del escritor francés Frédéric Boyer no es el amor. Es el recuerdo. El recuerdo de un instante que te cambiará para siempre. El amor fundacional.
Pero no es eso tampoco.
Es el momento fundacional de nuestra obsesión amorosa y sexual. Esa sería una definición del núcleo que flota en el centro de la novela de Ojos negros.
Pero tampoco es eso exactamente.
Frédéric Boyer reconstruye a partir de ese momento fundacional la vida de su personaje: su necesidad de amor, su soledad, su abandono. Porque el amor es una necesidad. La mayoría de las veces.
Pero una necesidad construida a partir de abandonos, de cimientos flojos, de palabras frágiles, de territorios resbalosos. El amor es en muchas ocasiones un territorio oscuro, difícil de asir.
En Ojos negros, publicada por Sexto Piso, tenemos una novela que reconstruye un momento: el instante en que una hermosa mujer, de piel blanca, de cabello negro, se muestra desnuda, sin ambages, sin faltas modestias, ante los ojos de un niño.
Esta imagen, esta revelación, marcará para siempre al personaje principal de la novela y marcará para siempre el camino de un personaje, que después de muchos años, buscará reconstruir, a partir de la soledad que lo embargaba en ese preciso instante, toda su vida amorosa, todas las obsesiones que lo han construido a lo largo de su vida.
Todo después de ese momento fundacional del que solo recuerda nítidamente los ojos negros, profundos, hermosos, de esa extraña mujer que trabajaba en una escuela católica, de la que desaparecerá intempestivamente. El personaje principal era solo un niño, y no conocerá todos los detalles de esa expulsión que sacará a esta mujer de su vida, dejando a nuestro personaje huérfano, varado en medio de un mundo gris y vacío, en el que solo el recuerdo deseos ojos negros le dará sentido a su vida.
Es así que, la pregunta que late a lo largo de Ojos negros es el de la identidad. ¿Quiénes somos antes de ese momento en el que el cuerpo se nos revela? ¿Quiénes somos después de ese momento en el que la promesa del amor se descorre? Porque no cabe duda de que no podemos ser los mismos después de una imagen así. Pero quiénes somos y quiénes éramos no es la misma pregunta y requiere respuestas distintas, caminos distintos para darle respuesta.
La novela de Boyer está construida así a partir de lo efímero, pero también a partir de la revelación.
A partir de ese descubrimiento se desarrolla esta novela del escritor francés nacido en Cannes en 1961, y quien es considerado como uno de los autores más sobresalientes de la literatura francesa contemporánea, y de quien la editorial Sexto Piso ya ha publicado su libro de poesía En mi pradera en 2015 y su versión de la Biblia, ilustrada por Serge Bloch. Actualmente es el director de la editorial P.O.L.
Ojos negros es una novela construida a partir del descubrimiento del cuerpo, del descubrimiento de la sexualidad, del desvelamiento del deseo. Una novela construida a partir de la incertidumbre, de la pregunta sobre cómo ese deseo nos construye y nos conforma.
El narrador de esta novela es al mismo tiempo hombre y niño, es al mismo tiempo, un niño que desea y un hombre que busca explicarse su deseo, que busca entender cómo ese deseo lo construyó y probablemente formó parte de sus fracasos amorosos. Porque el deseo original, puede ser el germen, la semilla de los fracasos, de los reveses amorosos.
Memorias, recuerdos, reflexiones, forman parte de esta novela en donde el narrador se despersonaliza en un segundo personaje, un niño llamado Lago, con quien puede recuperar sus memorias infantiles. Lago es un doble, un alter-ego, que le funciona al narrador para recuperar esos recuerdos, esas imágenes, esas dudas que lo corroen desde la infancia. Lago es un personaje que escucha, que atiende la recuperación de la memoria que hace el personaje principal. Un personaje espejo, que le permite al protagonista ir y venir en su historia, en sus recuerdos, ir y venir a lo largo de sus relaciones amorosas, ir y venir a lo largo de sus fracasos amorosos. Lago es una extensión de su memoria, una extensión de su deseo, de su tristeza. Un testigo mudo, un testigo silencioso, que ha estado ahí, junto a él a lo largo de su vida.
Ojos negros es una novela que nos desvela el misterio del deseo y de la construcción imaginaria del deseo: ¿Quiénes somos cuando deseamos algo o alguien? Esa es una de las preguntas que Frédéric Boyer se hace a lo largo de esta novela, construida con una prosa poética, personalísima, que viaja al fondo de la memoria para reconstruir un instante, el instante mágico, iniciático, en donde nació el deseo que marcaría toda su vida. Ojos negros es así una novela que también indaga en la culpa, en la derrota, en la caída. Porque el deseo, en su estado más embrionario, también es la maldición del ser humano. Luchar contra el deseo, regresar a la infancia, regresar al estado más puro de la inocencia, es también regresar a un estado previo a la conciencia. Ser inocentes, ser puros. Pero al mismo tiempo, el amor es el sentimiento más puro que puede existir. Es en esta dicotomía en la que se mueve esta excelente novela del escritor francés, traducida al español por Vanesa García Cazorla.