H.P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida de Michel Houllebecq | Javier Moro Hernández

H.P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida

9

PERSONAJES

9.0/10

ESTILO

9.0/10

ESCENARIOS/AMBIENTACIÓN

9.0/10

IMPACTO

9.0/10

Lo mejor

  • El autor analiza y nos presenta la vida y obra de H.P. Lovecraft de una manera detallada, interesante, por lo que podemos conocer más de ella y verla desde una perspectiva distinta.
  • El análisis que realiza el autor de la obra de Lovecraft nos da luces sobre sus miedos y sus obsesiones y nos presenta un contexto de su actividad literaria, que enriquece el análisis.
  • La prosa de Houllebecq se acerca con simpatía a la obra de Lovecraft. Casi con cariño. Lo cual es extraño de encontrar en su obra. Se le nota la admiración que siente por el escritor norteamericano.

Puede mejorar

  • No le encontré contras a este libro de ensayo.



Hay escritores que son en sí mismos una tradición; Inicio y fin de un mundo literario, que solo ellos encarnan, y al que le dan luz y generan a sí mismo una ruta, unos objetivos, y al mismo tiempo, generan las obsesiones necesarias para que esta tradición lo continúe, lo supere. Este sería el caso del escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft.


Pero qué hace tan especial, tan distinto, al escritor nacido y fallecido en la ciudad de Providence, Rhode Island, que ha logrado generar una legión de lectores fieles, y de escritores aún más fieles, que han decidido seguir los caminos abiertos, por este autor que ha sido considerado un visionario, pero también un misántropo, y que ha sido tachado de racista, por muchos de los biógrafos que han estudiado su obra. ¿Qué tiene de excepcional este escritor que entre los 18 y los 23 años entró en una crisis depresiva, de la cuál se sabe muy poco, pero de la cual nos dice el escritor Michel Houllebecq, “hacía apenas nada”, ya que retomando algunas líneas de una carta que el mismo Lovecraft le envió a uno de sus amigos: “Solo estoy vivo a medias, derrocho gran parte de mis fuerzas en sentarme y andar, mi sistema nervioso es una ruina…”


Lovecraft no hace absolutamente nada, nos dice el autor francés nacido en 1958, y sin embargo, esta “crisis nerviosa” que mantendrá a Lovecraft sumido en la oscuridad entre los 18 y 23 años, será esencial para entender el desprendimiento del mundo, la distancia que toma el autor entre un mundo que se está transformando a ritmos acelerados, que al joven Lovecraft, le parecerán detestables y terribles, y marcarán su tendencia a estar en “contra del mundo” como bien nos señala Michel Houllebecq, para tratar de entender la obra de este gigante de la narrativa fantástica.


Por supuesto que cuando llegue a este ensayo del escritor francés publicado por la editorial Anagrama, me extrañó las posibles relaciones existentes entre el autor francés, considerado por muchos como el autor maldito de las letras francesas, con novelas esenciales de las letras contemporáneas, como lo son Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales, Plataforma, El mapa y el territorio, entre varias más, obras implacables que muestran el fracaso de las relaciones humanas en la sociedad de consumo, mientras que Lovecraft es un autor que se mueve más en el mundo de los sueños, en donde viven nuestros miedos y niega, casi por completo, un elemento que se constituye como base del novelista francés: el amor y el sexo como fuente de sufrimiento.

Para Lovecraft, autor nacido, como ya mencionamos en Providence en 1890 y que fallecería en 1937 en la misma ciudad, la cual solo abandonaría durante un breve periodo, para vivir en la ciudad de Nueva York, cuando contrajo matrimonio con la escritora y comerciante Sonia Greene, con quien vivió dos años, y cuyo matrimonio fracasó por falta de dinero, ya que el autor nunca logró encontrar un trabajo como escritor y redactor en la gran ciudad, cuya transformación, le parecía detestable y que dejaría una huella indeleble y profunda en su aversión al mestizaje entre las razas, que se daba en toda su amplitud y su magnificencia en esa ciudad, que era la entrada de multitudes de migrantes, de diversas partes del mundo. Algo que aterraba a Lovecraft, autor que por otro lado es considerado como uno de los revolucionarios del género fantástico y de ciencia ficción de las letras norteamericanas. Pero al leer este libro de ensayos de Houllebecq, podemos darnos cuenta de que los vasos comunicantes entre estos dos autores son más fuertes de lo que podríamos pensar en un primer momento, porque los dos autores se sienten tan alejados de la sociedad y de la humanidad, aunque su forma de narrarnos esa aversión, ese miedo, sea tan opuesta, Houllebecq nos comenta en los primeros capítulos de este ensayo, publicado originalmente en 1991, tres años antes de la publicación de su primera novela, y que Anagrama retoma para su colección Argumentos, que leyó por primera vez a Lovecraft cuando tenía dieciséis años y que nos comenta que “No sabía que la literatura podía hacer eso. Y, además, todavía no estoy seguro de que pueda. Hay algo en Lovecraft que no es del todo literario”.


El escritor francés reconoce que escribió este ensayo como si de una novela se tratará, una novela de un solo personaje, el cual “logró transformar su asco por la vida en una hostilidad activa”. Y es justo en esta hostilidad activa en donde podemos encontrar el punto, el vaso comunicante central entre la obra y la visión del mundo de estos dos autores, que como decía, me parecían completamente alejados. De Lovecraft conocemos el ciclo de Los mitos de Cthulhu, o de los múltiples cuentos, casi todos publicados en pequeñas y prácticamente desconocidas revistas Pulp y de ciencia ficción, a lo largo de los Estados Unidos.

Sin embargo, la obra de Lovecraft pasó prácticamente desapercibida por el gran público norteamericano. Pero, tal como nos dice Houllebecq pareciera que la obra de Lovecraft se conoció posterior al fallecimiento del autor en 1937 por un cáncer de intestino, con una cuenta de banco prácticamente en ceros. Un autor que, por otro lado, era admirado por un grupo importante de autores del género, algunos más jóvenes que él y con quien el autor mantenía una intensa comunicación y conversación, que alimentaría el llamado Círculo de Cthulhu, quienes escribirían de manera conjunta y colaborativa una serie de obra que alimentarían la mítica y la profundidad del legado “Lovecraftiano.” Un legado narrativo, literario, que ahonda en los miedos y en los terrores nocturnos, en los miedos que nos rodean en nuestras casas, en nuestros territorios. Miedos que al revisar el ensayo de Michel Houllebecq, nos damos cuenta de que, eran miedos mucho más terrenales y mucho más personales de lo que hubiéramos pensando en un primer momento al leer la obra del autor de Providence.

Lovecraft fue un solitario, un lector empedernido, un hombre con muchos miedos, pero nada, o muy poco de esto, se puede rastrear en la obra de Lovecraft. Así como pareciera que su obra naciera con su muerte, también es importante mencionar, que pareciera que la vida privada del autor también hubiera desaparecido del todo. Pareciera que Lovecraft se hubiera mimetizado con sus miedos y con sus monstruos. Pareciera que Lovecraft es al mismo tiempo el creador y el monstruo, es el autor y es el miedo. Y es justo esta mimesis lo que hace a la obra de Lovecraft más aterradora, pero al mismo tiempo más profunda, más compleja, más rotunda.


El libro de Houllebecq es el homenaje a un autor que removió su conciencia, el homenaje a un autor, que desde su “hostilidad activa”, nos abrió las puertas a un mundo catastrófico, oscuro, terrible, un universo sombrío, que ha logrado atrapar y generar miles de lectores a lo largo de los años. Y Michel Houllebecq logra presentarnos una obra en donde se presenta la biografía de este autor enigmático, y un análisis de una obra poderosa y oscura, a partir de una visión de conjunto, que logra presentarnos de manera más clara y precisa el valor de la obra de Lovecraft y de su trascendencia.










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