Las malas de Camila Sosa Villada / Adriana Dorantes
La novela transmite la sórdida realidad del secreto y la dificultad de tener que existir bajo las sombras.
Las malas
Lo mejor
- La mezcla de historias totalmente realistas con un toque de magia inesperado.
- El lenguaje directo y sencillo, pero al mismo tiempo poético.
- El reflejo auténtico de lo que implica ser travesti en la sociedad, sin tono melodramático.
Puede mejorar
- La estructura: no hay cronología clara y la autora brinca a veces abruptamente entre episodios.
La prosa de Camila Sosa Villada, fluida, tenaz y poética, sumerge al lector en historias duras que reflejan una realidad que hace falta mirar; historias de enojo y soledad que sin duda desgarran, pero que al mismo tiempo están matizadas con un toque de alegría que sorprende.
Narrado en primera persona y con tintes autobiográficos, la autora nos lleva a través de algunos años cruciales de su vida, desde que comienza a explorar su identidad y a escondidas comienza a arreglarse como mujer para salir a la calle, hasta que hace comunidad con un grupo de travestis que al igual que ella encuentran en la prostitución un modo de existir, acaso uno de los poquísimos que la sociedad les permite.
A lo largo del libro Camila nos muestra la dura realidad de las travestis; entremedio, como pequeñas postales de su pasado, nos cuenta sobre su propia vida; de cuando su padre se asegura de vaticinarle su destino: sólo puede aspirar a ser asesinada y arrojada en una zanja; de cómo es la única travesti que asiste a la facultad; de cómo se confecciona su primer vestido a partir de unas cortinas y de su primer contacto con un lápiz labial; de cómo es el encuentro con su primer “cliente” y también su primera experiencia de abuso por ser lo que es.
La novela transmite la sórdida realidad del secreto y la dificultad de tener que existir bajo las sombras. Pero no es sólo eso; también hay en el libro, en el mismo nivel de la sordidez y la tristeza, una serie de elementos maravillosos que recuerdan al realismo mágico latinoamericano y que convierten a la novela en una apuesta inesperada de narrativa. Dentro de la ágil condensación de historias conmovedoras y tristísimas está la de la tía Encarna, que funge de madre para la comunidad entera y que adopta como propio a un niño abandonado en el parque, junto con todo lo que esto implica. También está la historia de Laura, la única del grupo que sí nació mujer y que está embarazada, las historias de Angy y de Sandra, cada una con sus propias tragedias y dificultades. Todo esto fluye de la mano de peculiares transformaciones inesperadas: una travesti convertida poco a poco, casi imperceptiblemente en pájaro, otra en loba, y qué decir de algunas otras apariciones fantásticas como la de los hombres sin cabeza.
Es un libro necesario porque muestra la terrible realidad y sobre todo la soledad de las travestis que tratan de encontrar un lugar en el mundo. Pero también es un libro necesario porque nos dice que esa manera de vivir puede convertirse en una fiesta. “«Tenés derecho a ser feliz», nos decía La Tía Encarna desde su sillón en el patio. «La posibilidad de ser feliz también existe».” Así comunica Camila Sosa una parte de la sabiduría de la tía Encarna. En efecto, las historias son tristes, la prostitución es peligrosa, las travestis son golpeadas y asesinadas, el existir de esa manera es complicado por los múltiples rechazos de la sociedad y de las propias familias, pero la comunidad que hacen las travestis es auténtica y la autora constantemente recuerda que esa vida también tiene posibilidades hermosas, que también tienen ganas, como todos, de ser felices en medio del dolor y la soledad que invade sus existencias.