El invencible verano de Liliana de Cristina Rivera Garza / Adriana Dorantes
La autora pretende, con este libro, hacer una suerte de denuncia ante un delito que en 1990 no estaba tipificado como tal: el feminicidio.
El invencible verano de Liliana es una mezcla de novela, autobiografía, crónica y testimonio en torno a la hermana de Cristina Rivera Garza, Liliana, quien fue asesinada en 1990 en su departamento en los años en que era estudiante de arquitectura en la UAM Azcapotzalco en la Ciudad de México. El título, que es hermoso, proviene de una frase de Albert Camus y le cae como anillo al dedo porque es una sentencia que la misma Liliana tenía escrita y muy presente:
En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano.
Cristina Rivera Garza es una de las mejores narradoras actuales, eso es innegable. El libro fluye con gran rapidez y brinca a través de diversos registros que utiliza para contar la historia. Hay algunos momentos conmovedores y auténticos (como las palabras de sus padres además del hecho de que ellos estaban alegremente en Europa mientras Liliana era asesinada en soledad), momentos de empatía total. Hay otros, sin embargo, que están muy cerca del melodrama y son estos los que le restan fuerza a la obra.
La autora pretende, con este libro, hacer una suerte de denuncia ante un delito que en 1990 no estaba tipificado como tal: el feminicidio. Antes se pensaba en este tipo de asesinatos como crímenes pasionales, cuando en muchos casos se trataba de crímenes de odio, de género, lo que vino a conformar como tal el concepto de feminicidio. Cristina busca la reivindicación de su hermana, contar su vida, contar que no se merecía esa muerte, y obviamente lo hace hablando bellezas conmovedoras de ella y tratando de que todas las mujeres nos sintamos en su posición, en empatía. Sin embargo, a veces esta búsqueda de visibilidad, de sororidad, se le pasa la mano para convertir a Liliana en un ícono, un rol, ¿acaso un mártir? Con esto no busco afirmar que no haya sido terrible su muerte, y más terrible es todavía que este tipo de crímenes sucedan todo el tiempo y en cualquier lugar, pues efectivamente en todos lados un maldito loco puede matar a una mujer (un maldito loco que encima era íntimo, cercano, exnovio).
En cuanto a la forma, Cristina escribe espléndidamente. Fue muy inteligente de su parte mezclar testimonios de amigos y conocidos, crónicas, cartas de puño y letra de Liliana con la guía fundamental de Cristina como narradora. Esto es uno de los grandes aciertos del libro. La fuerza se pierde cuando, aunque el libro trata de Liliana, sigue teniendo como centro a Cristina; es Cristina y su denuncia, Cristina y su vida, ¿tal vez incluso Cristina y su culpa por no haber tenido una mejor relación con su hermana?
Después de la lectura del libro surge casi de manera obligada una pregunta: ¿por qué después de 30 años se decidió a reabrir el expediente, a hurgar en los hechos, a abrir las cosas de su hermana (que todo ese tiempo quedaron ahí guardadas), a escribir una novela que es también una denuncia sobre el feminicidio con todo y la foto y nombre del asesino?
Parece que la respuesta está en la búsqueda de justicia. En el primer capítulo Cristina cuenta su trajinar por oficinas oscuras y burocráticas en Azcapotzalco, pero esta aventura no es retomada jamás. Quizá debemos asumir que como no halló nada ya no tuvo necesidad de seguir indagando, además de que le resultó muy espantoso eso de “atravesar la ciudad” desde la Condesa hasta las sórdidas regiones de El Rosario. Como era un caso ya antiguo y archivado nos queda claro que sería difícil retomarlo, pero la pesquisa se queda en la negativa, casi como si esta aventura funcionase como un pretexto narrativo para hablar de Liliana.
Otra manera de responder la pregunta es por el momento. Es decir, en los últimos años la visibilidad de estos crímenes y el grito de justicia a través de marchas y manifestaciones se ha hecho innegable. Una vez que el feminicidio se reconoció como tal, una marea de fuerza y sororidad impulsaron a muchas mujeres a contar sus historias. Esto no significa que Cristina se haya colgado de un “asunto actual” o “de moda” para tener más ventas, pero sí me parece que el ambiente mundial de empoderamiento femenino ha ayudado a que más ojos volteen a ver su novela y refuercen la idea de que lo que contiene es necesario y debe saberse. Este momento es un buen momento, hace quince o veinte años, quizá no lo era.