El año del pensamiento mágico de Joan Didion / Blanca Athié
“…Un corpus del pensamiento mágico que está también en el ritual de “la línea divisoria”, el dolor pasivo que precede al dolor asimilado, integrado y superado que es el duelo, reflexionar sobre los sinsentidos, buscar respuestas en los sueños hasta apropiarse de ellos, el reconocerse como superviviente…”
La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar; y la vida que conoces se acaba.
1.- El cinescopio de las obsesiones
Dicen que cuando estamos a punto de morir vemos pasar toda nuestra vida a manera de fotogramas rápidamente, pero ¿qué pasaría si esa formula la deconstruimos durante los duelos? Cuando alguien que amamos muere queremos que su vida (o la vida que llevábamos con él o ella) suceda en nuestra cabeza como una película, pero en este particular caso de manera lenta para no perder detalle, e incluso en esos detalles encontrar respuestas, porque ante la pregunta sobre la muerte, los hijos, el amor, el matrimonio, los recuerdos, la vida, incluso el azar, la respuesta o las múltiples respuestas que se revisten como un pensamiento mágico, requieren una minuciosa cantidad de señales, correspondencias, datos, que no nos hayamos percatado con anterioridad. O que no necesitáramos entonces. Las palabras no bastan. O no funcionan. Necesitamos un mecanismo que nos haga llegar a esa parte de la memoria que no está expuesta. Joan Didion lo sugiere de la siguiente manera:
Soy o he llegado a ser la forma en la que escribo; sin embargo, este es un caso en el que en vez de las palabras y sus ritmos desearía tener una sala de montaje equipada con un Avid, un sistema de edición digital en el que pudiera pulsar una tecla y la secuencia de tiempo se desintegrara para mostrarles simultáneamente todos los cuadros de la memoria que me asaltan en este momento
Ese momento es la muerte de su marido John, a causa de un paro cardíaco fulminante, a la que Joan Didion se enfrentó inesperadamente la noche de un 30 de diciembre del 2003. Y es así es como uno entra a ese cinescopio que es la memoria fragmentada de Joan Didion en su libro de No ficción El pensamiento mágico. Fallecida apenas el pasado 23 de diciembre –ocho diciembres después que su marido– de la manera en que sólo ella podía hacerlo: obsesionándose con los detalles.
Wislawa Szymborska decía que la poesía se salva en los detalles, aunque la Nobel de Literatura se refería a la sencillez que guarda la poesía cuando la vida está en los detalles que se exponen: los animales cotidianos, una puesta de sol, una decisión, un cambio de estación, etc… incluso en lo político, Wislawa salvaba los detalles. Pero en la narrativa es justamente donde esa fórmula se invierte o se deconstruye: los detalles obsesionan a quien escribe, esos detalles que no están expuestos sino hay que irlos a sacar de lo más profundo; para Kafka la literatura era un martillo sobre la cabeza, para Rulfo escribir un cuento implicaba hacerlo con un hacha, ambos artefactos que colisionan la cabeza y la vuelven obsesiva en los detalles salvan la literatura.
Y Joan Didion era una mujer obsesiva cuando escribía. En una entrevista en 1998 realizada por el escritor Mauricio Carrera, ella dijo:
No me gustan las novelas cotidianas. Usted sabe: en la que los personajes atraviesan una calle platicando. A veces nos descansa el leerlas, pero no sé como alguien es capaz de escribirlas.
Ya nos podíamos esperar entonces esta fórmula en su libro: una mujer que atraviesa una calle pero que del cielo le caen destellos dorados. Es ella soñando o anticipando la muerte.
2.- El comienzo del pensamiento mágico
¿Es entonces este libro una especie de crónica moderna sobre el duelo de su marido y la enfermedad de su única hija, Quintana? Para ser la pionera de la crónica moderna podríamos convencernos de que así es, ya que el lector encontrará sin duda datos y hechos cronológicos a través de un registro de voz elegante y sincero. Pleno de empatía. Pero tratándose también de la escritora obsesiva y mujer entera (término que ella misma acuña a lo largo del libro para remitirse a su condición de viuda) nos puede parecer que es literatura pura, esta que no distingue entre realidad o ficción, o mejor dicho: que traduce a un lenguaje literario una realidad indisoluble. Mas es también un ensayo, por supuesto, para quien busca toda una erudición y datos sobre el dolor, el duelo, la mente humana.
Para quien esto escribe es también un libro sobre la soledad más simbólica e íntima. Todo comienza en la soledad, el dolor es soledad. En esa soledad la magia consiste en hacer volver al ausente. En palabras de Joan Didion: “Necesitaba estar sola para que pudiera volver [John]. Este fue el comienzo de mi año del pensamiento mágico”… Y continúa: “Era ya pleno verano, unos meses después de aquella noche en la que necesitaba estar sola para que él pudiera volver, cuando fui capaz de reconocer que había habido momentos durante el invierno y la primavera en los que había sido incapaz de pensar racionalmente. Pensaba como los niños pequeños, como si mis pensamientos y deseos tuvieran el poder de alterar la narración, cambiar el desenlace. En mi caso, este desorden del pensamiento había permanecido oculto, creo que invisible para los demás, oculto incluso para mí misma; pero visto retrospectivamente, había sido apremiante y constante. Visto desde aquí, me doy cuenta de que había habido señales, llamadas de atención que tendría que haber percibido”.
3.- Corpus del pensamiento mágico
A lo largo de los 22 capítulos que conforman su más recordado y aclamado libro ganador del Book Award Non Fiction en el 2005, lo que Joan Didion hace es un ritual de escritura. Si el duelo es el verdadero ritual, estas letras son la ceremonia que va preparando el ritual de despedida. Un Corpus del pensamiento mágico, si se me permite plasmarlo así.
Y como una Minerva que domina las artes, es también un duelo artístico: “Había también alguno poemas, en realidad, muchos poemas. Durante unos dos días recurrí a «El tritón abandonado» de Matthew Amold (…) Había días en los que recurría a W. H. Auden, a los versos del «Blues del funeral» de El despegue del F6: que Los poemas y las danzas de las sombras parecían lo más adecuado para mí.”
Un corpus del pensamiento mágico que está también en el ritual de “la línea divisoria”, el dolor pasivo que precede al dolor asimilado, integrado y superado que es el duelo, reflexionar sobre los sinsentidos, buscar respuestas en los sueños hasta apropiarse de ellos, el reconocerse como superviviente: “Los supervivientes miran atrás y ven presagios, mensajes que no tomaron en cuenta. Recuerdan el árbol que se secó, la gaviota que se estrelló contra el capó del coche. Viven de símbolos. Extraen significados del bombardeo de spam en el ordenador que no usan, de la tecla de borrado que deja de funcionar, del imaginado abandono en la decisión de reemplazarla.”
Un cuerpo que, no obstante, requiere asimilarse a sí mismo no de la noche a la mañana, sino a través de muchos días, semanas y hasta meses, deconstruirse, y quien sabe lo que significa este término sabe bien que llegar a una diferencia o a otro corpus, requiere una paciencia descomunal, porque se llega a un instante, a un no retorno, que la memoria deja de ser un cinescopio que proyecta imágenes obsesivas para ser todo un cosmos de orden, misión, misterio y belleza como la propia Didion concluye: “La diferencia era que a lo largo de aquellos ocho meses, yo había intentado sustituir el rollo de la película. Ahora, sólo trataba de reconstruir la colisión, la caída de la estrella muerta.”