Alguien camina sobre tu tumba
Lo mejor
- La prosa de Enríquez es fluida y rica, con una visión personal
- La erudición y el conocimiento que tiene la autora sobre los distintos lugares que visita, le permite al lector conocer a profundidad las razones de por qué ese cementerio es una visita obligada
- Todos los cementerios visitados son lugares especiales para ella desde una visión personal
Puede mejorar
- En algunos momentos las opiniones de los lugares se vuelven un poco repetitivas
La escritora argentina Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), ha venido sacudiendo al mundo literario latinoamericano con sus libros de cuentos como Los peligros de fumar en la cama, Lo que perdimos en el fuego, y sobre todo con su novela Nuestra parte de noche, que se hizo acreedora al Premio Herralde de Novela de la editorial Anagrama en el 2019. Enríquez se ha posicionado como una autora que combina los elementos de la narrativa de terror con problemáticas sociales contemporáneas.
En México, la editorial Antílope en colaboración con la UNAM, publicó recientemente su libro de crónicas Alguien camina sobre tu tumba, en una edición muy bella. Un libro en donde la autora recorre cementerios de diversos países del mundo, para platicar sobre ellos o sobre alguno de sus célebres habitantes. Para mí uno de los elementos centrales que más disfruté de esta obra, más allá de las visitas como tal a los cementerios, lugares que a mí también me parecen fascinantes, es la erudición que muestra Enríquez a la hora de hablarnos, de contarnos sobre estos cementerios del mundo, y sobre la importancia, ya sea arquitectónica, social o cultural, que pueden tener. Porque, sin duda, los cementerios son espacios que han ocupado un lugar central en la historia cultural de muchas naciones y países. Eso es fascinante.
Mariana Enríquez es además una autora fascinada por el lado oscuro de la humanidad y por la belleza de los héroes oscuros. Ya sean reales, como cantantes de rock como Nick Cave, por ejemplo, o fantásticos, como los vampiros. Una fascinación que Enríquez alimenta con largas lecturas y con largos paseos. Porque la obra de Enríquez está construida por la fascinación de los espacios inquietantes, de los espacios intersticiales en donde la oscuridad se hace más fuerte, perene.
Enríquez se pasea por varios de los cementerios más bellos de América y de Europa, mientras nos va desvelando los secretos de cementerios como el Staglieno en Italia, mientras nos va descubriendo las figuras de piedra, o platicaba con un guardia de seguridad en el Cementerio Presbítero Matías Maestro de Perú, que le cuenta acerca de cráneo de un dominicano que fue asesinado por el narco, o en la Necrópolis de Colón, en Cuba.
¿Qué nos dicen los cementerios de nosotros mismos? ¿Qué nos dicen los cementerios acerca de las sociedades que hemos construido? Seguramente mucho más de lo que creemos. Seguramente nos pueden decir desde las causas de muerte más recurrentes en nuestros países. Por ejemplo, el promedio de edad en algunos lugares de nuestro país habrá descendido a causa de la violencia del narco. Seguramente los hombres morían antes que sus esposas en algunos momentos más pacíficos de la historia latinoamericana y eran ellas las que cuidaban de esas tumbas hasta que ellas mismas fallecían. Seguramente las tumbas mejor cuidadas son de las personas que aún tienen familia, hijos, nietos, que van a visitar a sus muertos al cementerio. Porque también existe la soledad de los muertos.
Otro elemento central, por supuesto, de las visitas de Enríquez a los cementerios, tiene que ver con la arquitectura. La crónica que abre el libro, “La muerte y la doncella”, sucede en Génova, Italia, uno de los más grandes Europa. En este cementerio se encuentra la celebre escultura de La muerte y la doncella, que inspiró a la portada del disco Closer de la banda Joy Division. (Por cierto, Enríquez confiesa que no le gusta esta banda: un golpe al corazón). Pero en este cementerio, que ella recorrería acompañada de un joven italiano-inglés que conoció en las calles de Génova, un hermoso personaje de novela gótica, de Mary Shelley, un amor invernal en medio de un cementerio. ¿Qué más puede pedir una joven enamorada, fascinada por lo escabroso? Pero el cementerio de Génova guarda en su interior una belleza neoclásica que va más allá de esta famosa escultura, porque durante muchos años, esa fue la moda entre las familias más adineradas del poderoso puerto, y competían entre ellas para ver quién era enterrado en la tumba más hermosa, con la escultura más hermosa. Algo que da para más de un estudio académico. (Pienso en el famoso cementerio de los narcos en Culiacán, Jardines de Humaya, con sus fastuosas tumbas que cuentan con aire acondicionado, música, y al que ahora, según me contaron, cobran para poder entrar.) Para Enríquez, Staglione fue el inicio del amor por los cementerios. Un amor que sigue creciendo y alimentándose.
Pero la arquitectura, como decíamos, es una línea conductora de este libro de la autora argentina. Algo que me permitió conocer la obra del arquitecto argentino Francisco Salamone, El Ángel exterminador, que se encuentra en el cementerio de Ciudad Azul en la provincia de Buenos Aires. Una obra monumental, con reminiscencias de la cultura fascista italiana, que nos manda a una visión del mundo totalitaria apocalíptica.
Muchas personas han mencionado que Alguien camina sobre tu tumba es una obra mórbida. Sin embargo, es una obra sólida que nos muestra la profundidad de la admiración que la autora argentina siente por el lado oscuro de la existencia. Ese lado, que como vemos todos los años en México en el Día de Muertos, le da sustento a la vitalidad, la permanencia. Por otro lado, mencionar, que justo el Día de Muertos es uno de los pendientes que tiene la autora argentina, quien ha visitado nuestro país en varias ocasiones y conoce varios cementerios (como el de Belén en Guadalajara) pero no ha logrado conocer esta celebración mexicana. Un pendiente que seguramente no tardará en solucionar.
