La cucaracha de Ian McEwan / Javier Moro Hernández
La cucaracha es una novela mordaz, una crítica salvaje, irónica hacia los populismos contemporáneos…
En medio de la presión del Reino Unido para abandonar la Unión Europea, el primer ministro del país se niega a dar el siguiente y arriesgado paso. Sin embargo, hay otras fuerzas oscuras que están decididas a que el país abandone el trato común y se vaya a la ruina: las cucarachas, habitantes de las sombras de la isla.
Así inicia la más reciente novela del escritor inglés Ian McEwan (1948), autor de novelas esenciales de la literatura contemporánea inglesa como Ámsterdam (Premio Booker), Expiación (que ha obtenido entre otros premios el WH Smith Literary Award, el Premio People´s Booker y el Premio Commonwealth, entre varios más), Solar, Máquinas como yo, entre varias más.
La cucaracha es una novela mordaz, una crítica salvaje, irónica hacia los populismos contemporáneos, hacia esas formas de gobernar personalísimas, que critican y chocan con las instituciones que las sociedades democráticas occidentales han ido construyendo tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
McEwan no se va por las ramas en esta novela corta, construida a la luz de las decisiones tomadas por un sector de la población inglesa, presionada por la caída de sus ingresos gracias al mercado común europeo, construido a partir de la firma del Tratado de Maastricht, que le dio luz verde a la construcción de la Unión Europea. El racismo, el fanatismo, el miedo al extranjero, también están en el fondo de la decisión de un sector de la población inglesa de abandonar Europa, decisión comúnmente conocida como el Brexit.
Las consecuencias las conoceremos pronto. Sin embargo, para el escritor Ian McEwan, estas decisiones fueron tomadas más por las vísceras y por el enojo que por la razón. Y por el engaño y la manipulación de un sector de la clase política inglesa que vio en ese enojo una forma de ganar parcelas políticas.
En La Cucaracha, el escritor propone un Kafka a la inversa: Es una cucaracha (literalmente) la que se apropia del cuerpo del primer ministro, para que este retome el liderazgo y deje atrás las reticencias para que el país abandone la Unión Europea. Las cucarachas, estos seres que viven en la oscuridad, pero que piensan y actúan como un solo cuerpo, han tomado la decisión de sumir al país en la pobreza, en la miseria. El mejor lugar para que ellas prevalezcan. Y actúan en consecuencia, tomando control del cuerpo, de la mente del primer ministro y de varios de los ministros que ocupan las carteras esenciales del país.
McEwan toma como referencia ineludible a Kafka, cuyas obras ya nos anticipaban los infiernos burocráticos en los que se convertirían los países occidentales. Pero también toma como un referente central al escritor satírico Jonathan Swift, uno de los maestros en el arte de servirse del humor, para poner en evidencia la estulticia y la estupidez de los poderosos de cualquier época, acostumbrados a tomar decisiones basados en su ego y en su vanidad.
En La Cucaracha lo que está en juego no es el Brexit, sino un programa denominado como “economía de flujo inverso” que pondría a Inglaterra contra a) la cordura y b) sus aliados europeos. Lo que se intenta es regresar el flujo del dinero, descapitalizar a la sociedad, llevarla a la quiebra. Algo, que por supuesto, va contra toda la lógica del mercado.
Una novela feroz que, sin embargo, se queda a medio camino y se agota pronto. La segunda parte de la novela se vuelve una oda la sensatez, en medio de un mundo que se cae a pedazos. Claro, la sensatez no es algo que abunde en estos momentos de la humanidad, pero McEwan parece olvidar que su novela intentaba ser una burla, una sátira y no un tratado sobre las virtudes humanas y políticas. Por desgracia, el libro se cae en ese momento y el lector ya conocerá y anticipará la alegría final de los blátidos, quienes al final entienden mejor las complicaciones de la política humana, que muchos ciudadanos ingleses, que se dejarán engañar por esta política de economía inversa, que no tiene ni pies ni cabeza, pero que sumirá a su país en una crisis económica sin precedentes. Algo que hará temblar hasta a sus aliados económicos más cercanos, que verán las decisiones de la clase política de Inglaterra como un verdadero suicidio económico, que podrá llevar a la quiebra al continente entero.
Sin embargo, la novela de McEwan sirve como un recordatorio de los peligros al que nos enfrentamos como sociedades democráticas, si seguimos creyendo en líderes autoritarios y populistas, que solo buscan acentuar las diferencias políticas. La cucaracha es al final una novela que busca ser un llamado de atención de los peligros que corren las democracias contemporáneas.