El aciago demiurgo de Emil Cioran / Martin Petrozza
Atinadamente, Savater llama en su prólogo a Cioran “el último de los gnósticos”.
En el Aciago demiurgo, Émile Cioran filosofa sobre la probabilidad de vivir prisioneros en la creación de un dios malévolo, que nada tiene que ver con el dios bueno, que en su bondad, no hubiese sido capaz de crear. Según considera:
“Es difícil, es imposible creer que el dios bueno, el ‘Padre’, se haya involucrado en el escándalo de la creación […] La bondad no crea: le falta imaginación; pero hay que tenerla para fabricar un mundo, por chapucero que sea.”
Bajo este pensamiento el autor cuestiona si el hombre es realmente bondadoso, o en su virtud, se revela contra el demiurgo que le tiene atado mediante la encarnación de las ideas. Responde a favor de un pensamiento búdico: el hombre iluminado atraviesa el campo de influjo del demiurgo para reencontrase con la Bondad. Para Cioran, el politeísmo del paganismo es acorde a la naturaleza y no degenera en histeria y neurosis: un dios padre ante el que debemos justificarnos, como sucede en el cristianismo, por ejemplo.
En español, nos llega la versión editada en 1974, traducida del francés por el filósofo español Fernando Savater. Publicado originalmente en 1969 en Francia.
Atinadamente, Savater llama en su prólogo a Cioran “el último de los gnósticos”. No cabe duda de ello, el pensamiento cioriano es significativamente similar al pensamiento gnóstico del siglo I: el hombre vive en una prisión material.
Otros tópicos del Aciago demiurgo son el suicidio, al que expone como un acto de contundente autosalvación que se ha perdido con el tiempo, y la antropología como medio de reflexión filosófica.
Un libro imperdible para aquellos que gustan de la filosofía que no coloca al hombre como la obra maravillosa de la creación, sino como la víctima de la misma, y en un camino intermedio entre hundirse o liberarse, no por la gracia de algún dios, sino por la vía del conocimiento de sí mismo.