La vaga ambición de Antonio Ortuño / Silvano Cantú

Volumen sutil, de prosa elegante y medida. Tiene el mérito de elevar lo banal de la cotidianidad a objeto estético. Se siente la tentación de considerarla una novela contada a través de una serie de cuentos…


La vaga ambición

9

TRAMA

9.0/10

PERSONAJES

9.0/10

ESTILO

9.0/10

ESCENARIOS/AMBIENTACIÓN

9.0/10

IMPACTO

9.0/10

Lo mejor

  • Prosa impecable y elegante.
  • Imágenes poéticas y elocuentes.
  • Lo cotidiano es llevado a la altura de sus metarrelatos.

Puede mejorar

  • Algunos contrastes sociales para sacar un poco al personaje de su burbuja.

El siervo tiene al menos el consuelo de la insignificancia

Antonio Ortuño (1976), jalisciense, nos da a leer textos de trazos limpios que evocan imágenes cabalmente sentidas. Su colección de cuentos La vaga ambición (2017), no desentona entre sus obras.

“Un trago de aceite”, el cuento que abre el tomo, describe el trauma que funda a la persona llamada Arturo Murray: un niño escritor obligado al deseo sexual por una suerte de anti-sacerdote alcoholizado. Cuando los padres llegan a salvarlo, el ebrio lo ha iniciado ya en esa obscenidad fundante. Los padres siempre llegamos tarde. Toda vez que Murray ocupa la mayoría de los cuentos siguientes, conviene advertir que, a partir de este momento crítico, se articulará un persona en disputa entre un guerrero que combate dragones, y un huérfano de cuidados paternales que arrostra con languidez sus mandatos miserables, sus amarguras resignadas. Esa dialéctica dolorosa lo seguirá a través de relatos como “El caballero de los espejos”, “Quinta temporada”, “El príncipe con mil enemigos” (quizá la cima emotiva del libro), y “La batalla de Hastings”, mi favorito.

Volumen sutil, de prosa elegante y medida. Tiene el mérito de elevar lo banal de la cotidianidad a objeto estético. Se siente la tentación de considerarla una novela contada a través de una serie de cuentos, interrumpida sólo por el relato intermedio “Provocación repugnante”, que trenza en un diálogo a Walter Benjamin y Mikhail Bulgákov.

Ortuño es un escritor latinoamericano que no habla de sangre, tripas ni narcos, pero sí, desde luego, sobre lo que se extienden todas las personas que escriben, a saber: traumas disfrazados de textos; más específicamente, cuentos que tratan sobre literatura. Y algo tienen también de referencia a la realidad. Se entiende que la realidad de su persona(je), Arturo Murray: escritor clasemediero que quiere darse vida de aristócrata y no le alcanza el presupuesto para satisfacer los gustos que combinen con su ego. El sacrificador de su pluma en aras del ideal del yo materno, el cual, para colmo de complejidades, entrará en conflicto con el ideal del yo conyugal.

La mujer al lado de Murray no sabe dónde colocar su deseo, si en el entusiasmo por las letras conyugales o en la frustración porque el macho proveedor es un príncipe de cuento de hadas, cuya espada son relatos blandidos en talleres literarios y eventos de autoconsumo en institutos locales de cultura. De alguna forma intuye, con su inteligencia escrutadora, que su marido no está realizando su deseo en el mundo sino el de otra, el de la madre. Y que eso no puede llevarlos a lo que podría llamarse “felicidad”. No sabemos si es porque realmente quiere ver a Murray “realizado”, o porque quiere arrebatar al hijo de su doloroso Edipo sublimado para ver quién pudo más. Su estrategia de deseo estará suficientemente bien planteada como para nublar los días del protagonista.

A Murray le seguirán, viviendo en la jaula con estos tigres, el sexo triste y fatigoso; las hijas que van al Tae Kwon Do para poner palomita al check list del buen-paternar-por-bien-conyugar; el fantasma de la madre divorciada que quería escribir, pero que ni ella ni nadie tomó en serio en sus pretensiones literarias – aunque tenía talento –; el otro fantasma, el del padre tenaz en su irresponsabilidad; también lo iluminará el gesto demencial, pero liberador, de elevar al aire el muñón de un miembro cercenado en calidad de trofeo literario, uno de los momentos más vigorosos del libro.

Los naufragios cotidianos del pequeñoburgués de alguna de las zonas metropolitanas del país también involucran sufrimientos, es decir, la más auténtica expresión de la experiencia humana. Los cuente Ortuño o quien sea, es por eso que vale la pena contarlos y leerlos.

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1 Comment
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Norma
Norma
3 Años Antes

Solo 5 libros he leído y me quedo con una sensación un tanto delirante por seguir leyendo a Marakami; Cecilia Santiago con su excelente reseña me tienta a seguir haciéndolo.