Piano Chino de Étienne Barilier / Javier Moro

Piano chino es, como dijimos, una novela epistolar. Una definición que podríamos suponer como olvidada, abandonada por los cambios tecnológicos contemporáneos, pero que al abordar la discusión a través del envió de mensajes, nos regresa a una de las tradiciones literarias más interesantes de la misma literatura en lengua francesa.


Piano chino

9

TRAMA

9.0/10

PERSONAJES

8.8/10

ESTILO

9.0/10

ESCENARIOS/AMBIENTACIÓN

9.0/10

IMPACTO

9.0/10

Lo mejor

  • La discusión sobre la importancia y el valor de las distintas tradiciones culturales, musicales, históricas.
  • El sentido del humor, que hace de esta novela, una obra que se puede leer de manera fluida.
  • La recuperación del género de narrativa epistolar.

Puede mejorar

  • En algunos momentos las opiniones de los personajes pueden ser tachadas de encontrarse demasiado centradas en las virtudes culturales de Europa occidental.

La editorial independiente mexicana Librosampleados ha publicado recientemente la novela Piano chino, del escritor suizo Étienne Barilier (Payerne, Suiza, 1947), con la traducción de Lucrecia Orensanz y Sharbel Pimentel, que contó con el apoyo de ProHelvetia para su publicación. Un libro que, sin duda, nos lleva de la mano a la discusión y el diálogo sobre el significado de la llamada “cultura occidental “y su prevalencia en el imaginario colectivo del orbe. Un libro que busca, además, cuestionar nuestra idea sobre el arte, la creación artística, la interpretación y la crítica misma. Todo tomando como eje central a la crítica musical sobre la mal llamada música clásica.


Étienne Barilier además de escritor, es traductor y profesor de la Universidad de Lausana y un autor prolífico, que ya ha publicado múltiples novelas y ensayos de temática humanística, pero que es poco conocido aún en el idioma español. El vértigo de la fuerza es el libro que se conoce en nuestro idioma, gracias a la edición realizada por la editorial española Acantilado. Por esta razón, el hecho de que esta novela, Piano Chino, se haya traducido y publicado en México es motivo de celebración, tanto por el poder mismo de la pluma de Barilier, como por las profundidades estéticas y filosóficas que alcanza esta novela que podríamos clasificar como epistolar, en el más estricto sentido de la palabra.


En la contraportada de la novela, el cronista y supervisor musical de la Orquesta sinfónica de Minería, Hugo Roca Joglar, nos comenta lo siguiente:

Una pianista china interpreta Sonata No. 2 de Chopin y dos críticos entran en conflicto; ahí donde uno escucha un sonido humanizado casta lo sublime, el otro escucha un producto de alta tecnología circense. Durante la marcha fúnebre del tercer movimiento, sus diferencias parecen irreconciliables: mientras uno define la superioridad musical occidental, el otro desprecia cualquier valor definitivo al arte.


La discusión que inicia en el ámbito público del blog y termina en la esfera privada del correo electrónico, es en un inicio un intercambio sesudo sobre la universalidad del arte occidental, de la música clásica, que según uno de los críticos involucrados en el “Duelo en torno a un recital” (subtitulo que tiene la novela), Frédéric Ballade, sintetiza el espíritu del orden y de la belleza de la Europa occidental que, en muchos sentidos, también es la síntesis del alma humana universal. Y que gracias a la interpretación que la joven pianista Mei Jin, quién interpretando obras de Scalatti y de Chopin, generará el “milagro” de la belleza. O por lo menos así lo cree este veterano crítico musical, que lleva ya muchos años escuchando y escribiendo sobre la música producida entre los siglos XVII y XIX, conocida por muchos como la “música clásica” y considerada por Ballade como el punto más alto de la creación artística de la humanidad. Así el poder del ego, dirían algunos.


Sin embargo, para el joven y desencantado crítico Leo Poldowsky (un pseudónimo, por supuesto) lo que presentó la joven belleza china es solo una muestra de la maquinaria perfecta del gigante asiático, el imperio chino. Maquinaria perfecta, que logra realizar los actos acrobáticos más espectaculares sin apenas despeinarse (pensemos en los clavadistas y gimnastas chinos, por ejemplo). Eso es lo que hace Mei Jin: interpretar perfectamente una obra que a muchos otros pianistas les ha tomado años enteros de dedicación y esfuerzo y tal vez no han logrado una interpretación exacta, perfecta. Pero para Poldowsky es una interpretación vacua, vacía de sentido, de sensibilidad. Una maquina interpretando una sinfonía de Chopin. Para este crítico, quien por algunos años fue discípulo de Ballade, ser testigo de la interpretación de Mei Jin fue como ser testigo de la derrota de Kaspárov a manos (es un decir) de la computadora Deep Blue; la derrota del espíritu humano ante la máquina.


A partir de esta diferencia de lecturas sobre el recital de la pianista china, los dos críticos se enzarzarán en una discusión a través de sus respectivos blogs. Algo que, por ejemplo, también nos hará referencia a la crisis de los medios tradicionales y el viraje hacia las redes sociales y los medios digitales, por un lado. Pero como la discusión degenera rápidamente hacia una serie de invectivas y acusaciones personales, la discusión se trasladará pronto al medio personal del correo electrónico. Ahí los lectores seremos testigos de una discusión que abordará los profundos temas de la “universalidad” o no de la música europea, que defiende Ballade. Una posición que llevará a Poldowsky a hablar de la universalidad de la música humana, como una expresión que puede alcanzar las mismas cimas que la música europea. La misma música tradicional de China podría ser considerada la cúspide de la belleza, sino fuera porque los ganadores de las guerras coloniales del siglo XIX fueron las potencias europeas.


Pero la discusión también aborda otros bordes, otras aristas menos elegantes, menos instruidas. Porque los dos conocidos saben cosas personales uno del otro, que no dudan enarbolar para criticar y demeritar y sospechar sobre sus verdaderas intenciones estéticas.


Piano chino es, como dijimos, una novela epistolar. Una definición que podríamos suponer como olvidada, abandonada por los cambios tecnológicos contemporáneos, pero que al abordar la discusión a través del envió de mensajes, nos regresa a una de las tradiciones literarias más interesantes de la misma literatura en lengua francesa. Una tradición en la que podemos encontrar obras tan señeras como Las Cartas Persas de Montesquieu, Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos o La nueva Eloísa de Rousseau, por mencionar solo unas cuantas.


Piano chino es una novela que rescata esa tradición, para darnos cuenta de una discusión que sigue viva y que nos muestra los muchos prejuicios y el colonialismo que aún prevalecen en gruesos sectores de su población. Algo a lo cual ni los críticos de música son ajenos. Eso hace que lo novela de Barilier se convierta en una profunda reflexión sobre la estética occidental, que no deja de lado la importancia de la recuperación de otras tradiciones y visiones ajenas que puedan enriquecer el entendimiento de la realidad y del arte.




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