Poeta chileno de Alejandro Zambra / Adriana Dorantes
Poeta chileno es una novela que busca homenajear a la poesía chilena mediante una historia de familia, de descubrimiento, de crecimiento, de aprendizaje y de madurez; una novela de aprendizaje y de relaciones personales que en todo momento está sostenida sutil y hermosamente por la poesía.
Se centra en la relación de Carla y Gonzalo, desde sus primeros encuentros amorosos, luego sobreviene la ruptura y, después de varios años, el reencuentro. Entre medio, en la ausencia, Carla ha tenido ya un hijo, Vicente, que es producto de su fallido matrimonio con León. A este triángulo viene a sumarse Gonzalo, quien ha retomado sus inclinaciones poéticas y a la par de convertirse en padrastro de Vicente, se vuelca de nueva cuenta a la literatura y a la poesía, decisión que lo llevará a alejarse definitivamente de su recién adoptada familia, o quizá no definitivamente.
Con muchos altibajos, en una enorme escala de grises que incluye la historia personal de Carla, así como la de Gonzalo, la de León, la de la gata Obscuridad y la de Vicente, entre otros personajes periféricos que en algunos casos son poetas consagrados como Nicanor Parra y Raúl Zurita, el autor nos lleva de la mano por una novela muy entretenida que es muy difícil hacer a un lado.
La novela está dividida en cuatro capítulos o estaciones, que definen momentos específicos de las vidas de los personajes. Comienza con “Obra temprana”, en donde el autor nos introduce la vida adolescente de Carla y Gonzalo y sus vericuetos en el amor. Le sigue “Familiastra”, que parte del reencuentro entre ellos y la relación cada vez más intrincada entre Carla, Gonzalo y Vicente. “Poetry in motion” supone ya un brinco, pues nos introduce al Vicente adolescente que, en un paralelismo muy sutil, continúa ciertos pasos de su padrastro, entre ellos el de la poesía. Finalmente está “Parque del Recuerdo” que inserta a los personajes en la adultez, incluso la de Vicente, pero, al mismo tiempo, busca regresarlos a la reflexión sobre sus etapas primigenias con las que se abren las puertas a la reconciliación y a atar de una buena vez los cabos sueltos en sus malentendidos y desacuerdos.
La prosa de Alejandro Zambra es totalmente chilena, es decir, está llena de ese lenguaje propio del país con sus modos de expresar, esas palabras específicas del español que es el español chileno. La historia sucede en su mayoría en Santiago, y en este sentido es una novela que hace uso de la cartografía, los espacios y los lugares propios de esta ciudad a lo largo de algunas décadas, la ciudad que repercute en sus personajes y en las vidas de ellos, la ciudad que, con sus peculiaridades, eventos, personas, contribuyen a la conformación de quienes son los que la habitan.
Esta novela confirma el oficio de Zambra como escritor. Todo lo que dice es relevante y va haciendo sentido conforme se avanza. A ratos tiene toques de humor, sobre todo frente a los nuevos poetas y a la pésima fama que logran los libros de poemas que pueden quedarse a empolvar en los estantes de las librerías por años, si es que no se devuelven antes a su autor. El homenaje es, sin embargo, optimista. Quizá para algún lector no familiarizado con la poesía, concretamente la poesía chilena, pueda parecer un poco cansado debido a las referencias que pueblan las conversaciones de Vicente en su etapa de búsqueda y convicción de convertirse en poeta; sin embargo, la paciencia es recompensada por una historia de vida y de familia tan bien contada y tan auténtica que cualquiera puede entender y conservar en la memoria.