Dieciséis consejos para escribir de ¿Jorge Luis Borges? / Silvano Cantú
“Burlarse de sí mismo es una borgesada típica.”
Es difícil – imposible – abstraer los pensamientos borgianos sobre la buena y la mala literatura. La obra de Borges es un inmenso comentario sobre literatura escrita y leída. Borges advertía, quizá supersticiosamente, que quien te enseña a leer te enseña a pensar. Aplica también para personas alfabetizadas. De ahí el interés genuino que muchas personas vuelcan sobre un texto llamado, con toda la pompa correspondiente Dieciséis consejos para escribir, de la mano del mismísimo Nuestro Señor Jorge Luis (*anexo bajo esta nota). El texto se reproduce sin mayor comentario en la web y se difunde en talleres y cursos, pero hay pocas referencias sobre su fuente legítima y su contexto. La escritora sinaloense Sonia Higuera y yo confirmamos mediante una investigación espontánea – y por espontánea debemos entender una pregunta enviada y reenviada por WhatsApp, y una respuesta devuelta y re-devuelta por la misma vía -, que el listado constó en una publicación francesa en la que se vierte una entrevista a Adolfo Bioy Casares. La escritora queretana Lola Ancira nos informó además que el texto original data de 1964. Una investigación ulterior efectuada a espaldas de los Viveros de Coyoacán – y por investigación debemos entender un par de clics en la lista de resultados prescritos por Google – puntualizó que la publicación fue la revista “Les Cahiers de l’Herne”, editada en París.
Ahora bien, una lectura incluso superficial de la lista sugiere cautela. Por ejemplo, el “consejo” conforme al cual se desaprueban los “juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares”, desautoriza el conjunto y lo coloca bajo la luz de la ironía, y de ningún modo, bajo la del recetario. Burlarse de sí mismo es una borgesada típica. Aconsejar no hacer como quien da el consejo es una paradoja clásica o una muletilla de tío abuelo arrepentido.
Aparentemente el equívoco deriva de un elemento anecdótico sobre la elaboración de este listado de presuntos consejos. Bioy resuelve el misterio revelando a L’Herne que treinta años antes, Borges, Silvina Ocampo y él abrazaron el proyecto de escribir un relato sobre un escritor provinciano, pero no ahonda al respecto; del relato conocemos esta lista de consejos, no sabemos en qué contexto, si el protagonista los formuló o conoció a través de otro, si el relato que recuerda Bioy existió alguna vez o si se trata de un asalto de tlönismo que le dio a Bioy Casares, como cuando imaginariamente olvidó o recordó deficientemente una referencia libresca sobre la tierra llamada Uqbar. En todo caso, no sería la primera vez que vemos a Borges (o a Bioyrges) fingiendo un texto, con una motivación falseada, ni a Bioy real o a Bioy personaje aludiendo a un texto falsamente atribuido. Las posibilidades de engaño que admite la lista son numerosas.
Los temas de la cita de Bioy giran en torno a los personajes, la trama y el estilo de cualquier texto. Quizá no sobre advertir a quienes lean estos “consejos” que, si se siguieran al pie de la letra, la literatura quedaría cancelada. Más aún, que ni Borges ni Bioy los siguieron. Al menos Borges siempre habló bien de Alonso Quijano y Sancho, como para reprobar el uso de parejas literarias como esa; la enumeración caótica era casi un rito en la prosa borgiana, incluyendo sus ensayos, memorablemente aquel que parodia una enciclopedia china que nadie ha podido confirmar si existió o fue uno de tantos libros imaginarios que articulan su obra; la prohibición de elevar personajes a la estatura de lo mítico, no condice con los trazos precisos que imprimió en esas viñetas para la idolatría que son Funes el Memorioso, el conjunto de Las ruinas circulares, la arquitectura de la Biblioteca de Babel o el narrador de El Inmortal; el tabú de hacer eco de una obra en otra obra, como La Odisea en el Ulises de Joyce o los cincuenta y dos siglos de escritura en todos y cada uno de los textos de Borges, etcétera.
Convengo, en cambio, en que hay atisbos de coherencia entre la obra borgiana y los “consejos” que deploran el empleo del psicoanálisis en el ensayo así como el de ser respetuosos de la autonomía del texto, esto es, de reconocerle siempre su carácter de fin en sí mismo y no de herramienta para la ideología o para sustituir una trama, un personaje o un mundo que exigían la narrativa del cine o de la ilustración, así como su rechazo a la pedantería, a hacer sentir ignorante al lector, porque una cosa es ser culto y hacer de la cultura una herramienta de comprensión de la realidad, y otra distinta es ser Carlos Argentino Daneri, memorablemente vapuleado por Borges autor y por Borges personaje en El Aleph.
Dieciséis es un número limitado para el conjunto de consejos genuinos que dejó Borges en sus miles de páginas, a través de cuentos, ensayos, reseñas, prólogos… Uno que me gusta, pero que no es de Borges, es de Stevenson y aquel lo recupera en su Conferencia sobre la Divina Comedia, promueve cultivar el encanto como cualidad esencial del escritor. “Sin el encanto, – sostiene – lo demás es inútil”. Agrega que, en el Poema, “todo es tan vívido que llegamos a suponer que [Dante] creyó en su otro mundo”. Varios consejos más prodiga esa portentosa conferencia, que enaltecen en el autor de cualquier texto la cabalidad – generalmente omitida, pero fundamental en la planeación del texto y en su minuciosa construcción previa, en la mente del autor -, la capacidad de mantener la intensidad de una historia a través de su desarrollo, la participación del autor en la obra – pero sin confundirse con la obra, ¡distancia! -, y la sensibilidad a través e incluso hacia los personajes y ambientes. En algún punto hallamos este puntual recordatorio sobre las virtudes de la economía literaria: “Una novela contemporánea requiere quinientas o seiscientas páginas para hacernos conocer a alguien, si es que lo conocemos. A Dante le basta un solo momento. En ese momento el personaje está definido para siempre […], presentar un momento como cifra de una vida”.
Sobre la dimensión novelística de los “consejos”, no está de más recordar que Borges jamás publicó una novela.
Dieciséis consejos para escribir
[*atribuidos por Adolfo Bioy Casares a Jorge Luis Borges]
En literatura es preciso evitar:
1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.