Lecturas no obligatorias de Wislawa Szymborska / Blanca Athié

Por Blanca Athié

1.- Diez años sin Wislawa Szymborska

Hace diez años, el 1ro de febrero del 2012, a causa de un cáncer de pulmón, dejaba este plano terrenal la gran Wislawa Szymborska, escritora polaca premio Nobel de Literatura en 1996, laureada por la academia sueca justo por su “poesía que, con irónica precisión, permite que el contexto histórico y biológico surja a la luz en fragmentos de la realidad humana’’.

Es justamente esta Wislawa lúcida, plena de humor, la poeta del “no sé”, que tanto poetizó los detalles: lo mismo el vuelo de un pájaro a una estrella recién descubierta; Szymborska, era la gran observadora de la vida en tanto vida expuesta, y no sólo una gran observadora, sino una gran defensora de la misma, en donde su “no sé” era dinamita pura para cualquier poeta que se dijera serlo, no saber mucho sobre este mundo que habitamos todos los seres vivientes, y sin embargo: vivirlo, descubrirlo, exponerlo, escribirlo… porque en palabras de ella, este mundo pese a su evidente crueldad, también “es asombroso”, pero no el sentido magnánimo de la palabra, sino en un sentido imperativo: nos debe seguir asombrando. 

Pero no es intención de este espacio seguir elogiando a la Wislawa expuesta, nos interesa descubrir a la “otra” Szymborska, que nos ofrece por igual un “mundo” viviente y asombroso en sus Lecturas no obligatorias, una obra en tres volúmenes, que bien se pueden encontrar por individual o en una sola edición que la editorial Malpaso reúne a través de más de 500 páginas con el título: Prosas reunidas.

2.- Lecturas no obligatorias para una escritora obligada

¿Qué Wislawa vamos a encontrar aquí? A la reseñista, porque sí, en la Polonia comunista, a una Szymborska entonces desconocida en el mundo, le interesaba reseñar libros que a nadie le interesaba leer, no libros literarios, no novelas históricas, sino libros que hablaban de la vida en tanto vida: recetarios, libros sobre ocultismo, brujas, epidemiólogos desconocidos, gladiadores, sobre las prácticas en Oriente próximo o un tal Peter Teichmann y las enfermedades de las mascotas, los pájaros, etc. O sobre algo tan cotidiano como el humor: “El humor es el hermanito pequeño de la seriedad. Son algo así como Epi y Blas, pero en formato cósmico”.

Sin desperdiciar a una Wislawa que cuestiona el androcentrismo en la lengua china como lo hace en su texto Imágenes que hablan: “ Vivir en este mundo y no saber nada acerca de la escritura china es un sinsentido (…)También se ha conservado la antipatía por las mujeres. «Disputa» representa de una manera gráfica y simplificada a dos mujeres; «infidelidad», a tres mujeres juntas… Es evidente que hay un signo que representa a la esposa, y otro, a la amante. «Esposa» es una mujer y una escoba; «amante», una mujer y una flauta. Desconozco la existencia de un signo que represente el ideal al que nos conducen todas las revistas europeas para mujeres: la fusión de la escoba y la flauta”. 

La que reivindica a la astrología y a personajes ligados al ocultismo como un constante trabajo, trabajo, trabajo, o hasta al Hatha Yoga: “Además, el Hatha Yoga no funciona con los escépticos, ya que es a ellos, precisamente, a quienes más les cuesta abstraerse del mundo. Para conseguirlo, es necesaria una cierta predisposición a creer y una pizca de entusiasmo a crédito. El escéptico que ha completado el ejercicio número veinticinco (el llamado Kukkutasana) […] no ha dejado en ningún momento de preguntarse de un modo intolerablemente laico y mundanal: ¡Qué diantres estoy haciendo!”(Camino a la perfección).

Nada se salva en este maravilloso compendio de su característica ironía y humor inteligente. Pero pareciera que todos estos libros reseñados tan dispares entre sí fueron sólo un pretexto para la escritora rizomática que también ensayaba la vida en tanto vida, ya que para la crítica literaria, estos fragmentos si bien son reseñas, también son micro ensayos. La Wislawa con esa ironía exquisita, esa inteligencia y esa sencillez, no nos defrauda, pero también es cierto que emerge como nunca esa Szymborska anti- antropocéntrica, adelantándose con ello a un pensamiento que pudiese parecernos hoy en día en ciernes, pero también más obligado que nunca.

3.- La “otra” Wislawa anti antropocéntrica

Para cuando Wislawa recibió el premio Nobel, Peter Singer ya era el filósofo más influyente en el llamado “Biocentrismo” o Ética de los animales, pero su pensamiento en ese entonces recaía en los simios; y un Derrida con su interlocutor Deleuze (ambos influyentes pensadores franceses en la Ética animal desde un pensamiento ontológico) apenas comenzaban a integrar a los animales desde una perspectiva filosófica, y el ecofeminismo no era un paradigma suficientemente visibilizado, por tanto una Wislawa anti-antropocéntrica pasó desapercibida en ese entonces, aunque su pasión por la biología formara parte de su mundo poético y de su discurso, como muestra este fragmento en la ceremonia del Nobel: 

“El mundo, a pesar de cualquier cosa que podamos pensar sobre él, espantados por su inmensidad y nuestra impotencia ante él, amargados por su indiferencia frente a los sufrimientos particulares de la gente, de los animales y tal vez de las plantas -ya que ¿de dónde proviene la certeza de que las plantas están libres de sufrimientos?”

Seguramente le asombraba el hecho de una humanidad especista que se creía superior. ¿Estamos aquí, entonces, ante una profeta del “sentir” animal? Me atrevería a decir que sí; no sorprende, pues como ya se dijo su pasión por la biología y por la vida en tanto vida expuesta, le labraban ese camino, un camino que curiosamente su compatriota, la también laureada con el Nobel de Literatura, Olga Tocarczuk, seguiría aunque en el lado de la narrativa. 

A estas alturas ya nadie debe dudar la enorme deuda que tenemos frente a los animales no humanos o seres sintientes, en tanto a derechos, pero también esa deuda frente a una literatura en que a menudo se les ha “bestializado” de una manera negativa, siendo incluso una parábola de la monstruosidad humana. Ante esto re-descubrir a Wislawa nos sigue asombrando, nos invita a tomar el  otro camino: los animales que nos regalan la felicidad. 

​Dejamos aquí para el deleite de los lectores algo de la otra Wislawa Szymborska, ¿usted ya la ha leído?

Una dudosa compensación

¡Cuántas especies animales manifiestan su capacidad para llevar una vida independiente justo después de nacer, únicamente gracias a un sistema nervioso que a duras penas alcanzamos a imaginar, y a una destreza innata que nosotros, dentro de nuestras posibilidades y necesidades, solo obtenemos al cabo de muchos años y con gran esfuerzo! La naturaleza nos ha privado de un millar de extraordinarias cualidades[…] Dröscher escribe vívidamente sobre los sorprendentes logros del tejido nervioso que permite a los animales ver sin ojos, oír a través de la piel y husmear el peligro sin que haya la más mínima brisa. Todo ello es parte del riquísimo ritual de las actividades del instinto… Todos los instintos me parecen dignos de ser envidiados. Pero uno de ellos, especialmente: se llama el instinto de frenar los golpes. Los animales a menudo se pelean con otros de su misma especie, luchas que, sin embargo, concluyen por regla general sin sangre. En un momento determinado, uno de los oponentes se retira y así queda la cosa. Los perros no se devoran unos a otros, los pájaros no se matan a picotazos y los antílopes no se ensartan mortalmente. No se debe a que sean dulces por naturaleza. Simplemente a que actúa un mecanismo que pone freno al ímpetu, a la fuerza del impacto o a la oclusión de las fauces… 

(Instinto o experiencia, Vitus B. Dröscher, traducción del alemán de Krystyna Kowalski, Varsovia, Wiedza Powszechna). 

Felicidad compulsiva

«Hay posado en un árbol un pájaro / que se extraña de la gente, / porque ni el más sabio sabe decir / dónde se encuentra la suerte…» Pese a todo, es mejor no saber a la forma humana que saber a la de pájaro. El ave es un loco ignorante de su propia locura. El instinto que le obliga cada otoño a alzar el vuelo y migrar, a veces, a decenas de miles de kilómetros de distancia, solo en apariencia le es favorable y vela por su seguridad. Si la razón fuese únicamente el encontrar un buen cebadero con un clima más templado, muchas especies de aves finalizarían su persistente migración mucho antes […] Una travesura aún más diabólica es la que le juega la naturaleza a los lemmings, unos simpáticos animales que viven en madrigueras. Llega un día en que hay tantos en ellas que abandonan en tropel su antigua morada. ¿Para fundar nuevas colonias cercanas? ¡Qué va! Se marchan. Simplemente se marchan, porque es eso lo que dictamina su destino hormonal. Y siguen caminando hasta llegar al mar, donde se ahogan. Esta especie continúa existiendo gracias a los contados individuos de la misma especie que permanecen en las antiguas madrigueras. La historia humana contiene episodios similares. Solo que nosotros no estamos obligados a sentirnos orgullosos de ellos, mientras que sospecho que sobre los animales pesa, además, el apremio de la felicidad…

(Misteriosos lemmings, Georges Blond, traducción del francés de Janina Karczmarewicz-Fedorowska, Varsovia, Nasza Księgarnia, 1969).

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