El amor es hambre de Ana Clavel / Cecilia Santiago

Ana Clavel, su autora, cuenta una historia de manera inteligente, creando una narrativa dentro de un bosque metafórico, habitado por lobos voraces y visitado por niñas anhelantes que se encuentran entre la orfandad como hecho y la precocidad como conciencia.


Por Cecilia Santiago Loredo

@ceciliasloredo

Esta es una novela de ficción acompañada de pasajes botánicos, especias, litorales y carnes, que se desplaza sobre los bordes de una historia de amor romántico y a la vez condensa su atención en los encuentros fortuitos con el deseo que se tienen en el lapso de una vida.

El concepto del amor posee diferentes significantes y significados, pero las dos posibles interpretaciones que me fue imposible ignorar durante mi lectura fueron las que desde mi paso por la vida universitaria han continuamente atormentado y lisiado la forma en la que he aprendido a involucrarme con el amor. La Real Academia de la Lengua Española indica en el numeral ocho de su definición sobre el amor, que éste es el “apetito sexual de los animales” y elegí esta interpretación porque, desde mi punto de vista, es la que mejor describe la esencia del amor en este libro. Por su parte, la ciencia explica que es a través del olfato que el cerebro recibe señales químicas que desencadenan a su vez procesos orgánicos y ciertas funciones cerebrales que dan paso a un flujo masivo de sensaciones que denominamos amor. La dopamina es responsable de las ganas, las endorfinas y cannabinoides lo son del placer, sin embargo, el elemento que activa y desconecta la química del amor, está indivisiblemente ligado al otro, pues los circuitos cerebrales asociados a las emociones y sentimientos solo se encienden con la presencia o el recuerdo de algo o alguien.

La evolución ajustó nuestras estructuras neurológicas para saber que creemos saber qué y cómo se siente (el amor, el deseo, la punción), pero en la fantasía o en la ejecución material de la misma, no hay más que señales químicas ancladas a los simbolismos culturales que van dando forma a lo permitido y a los tabúes sobre el deseo.

Más allá de las maneras en las que intentemos encontrarle explicación al estadio del amor, más allá del esclarecimiento científico sobre lo que ocurre con las reacciones químicas y eléctricas, más allá de la enajenación, la recursividad, la energía vital o la destructiva fuerza de su caducidad; El amor es hambre, explora las posibilidades infinitas del erotismo, la sensualidad y el despertar de un deseo que transpira y vibra en las partes de un cuerpo, que no tiene edad, pero sí tiempo.

Ana Clavel, su autora, cuenta una historia de manera inteligente, creando una narrativa dentro de un bosque metafórico, habitado por lobos voraces y visitado por niñas anhelantes que se encuentran entre la orfandad como hecho y la precocidad como conciencia. La ficción evita el conflicto, permitiendo al lector emitir su propio veredicto, ¿fue el lobo quién se alimentó de la dulce niña, o fue acaso ella la que sedujo al bosque y a sus criaturas a través de sus anhelos?

Artemisa, la narradora, desacraliza sus deseos y cuenta:

Conocí otros bosques y me topé con lobos de muy distinta índole, pero en muchos de ellos […] había corazones de lobeznos”.

Artemisa se disculpa con ella misma y por ende con quien lee su historia,

[…] al mirarlos frente a frente y contemplar sus ojos de instintos salvajes como los de un niño, debo confesar que, al menos frente al surgimiento del deseo, somos todos absolutamente indefensos y puros.

Mientras leía me vinieron a la mente fragmentos de poemas. Elegiré las palabras de Thelma Nava que flotan en alguna de sus poesías: “A sus puertas estamos. Sobrecogidos y aromados”, arrodillados al amor, al deseo de sentir, a las ganas del otro, a la posibilidad de mañana o la imposibilidad de un proyecto conjunto que nos tienta a la eternidad y que solo es posible saciar en el momento. Estoy convencida de que una vez colmado el apetito se volverá a tener hambre.

El amor es una construcción, es las ganas obsesivas-compulsivas de experimentarlo para después invertir muchas horas en tratar de no olvidar, es deseo que únicamente se vive cuando se le piensa y siente; el amor es hambre, apetito, necesidad, gula, gusto… es deseo y como dice su protagonista:

Quien de verdad conoce los laberintos del deseo sabe que no siempre es necesario llegar al acto.

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