Obras de Antonieta Rivas Mercado / Alma Ramírez

Obras es la recopilación más amplia hecha recientemente sobre lo escrito por Rivas Mercado.


Por Alma Ramírez

@Aprpl

De Antonieta Rivas Mercado (1900-1931) solamente sabía que se había suicidado en Notre Dame, ―dato morboso que tal vez sea también el único referente para otras personas― y de su papel como mecenas de la cultura y las artes en el México del primer tercio del siglo XX. No tenía idea de lo que encontraría en los dos tomos de su obra reunida, un esfuerzo monumental encabezado por Tayde Acosta Gamas y publicado en 2018 por Siglo XXI Editores.

Lo hecho por Acosta Gamas en Obras es un acto de justicia histórica cuyo objetivo es visibilizar a la Antonieta narradora, dramaturga, traductora, novelista en ciernes y cronista, además de una invitación a que la crítica revalore su obra desde otra óptica. Asimismo, nos permite atestiguar una parte de las ambiciones, deseos, alegrías y tragedias de esta mujer adelantada a su tiempo y en constante conflicto entre lo que socialmente se esperaba de ella, su descubrimiento del mundo más allá de su contexto familiar y de clase, su pasión por crear para volar con sus propias alas, y su doloroso choque con las realidades de la vida humana.

Obras muestra que la participación de Antonieta Rivas Mercado no se limitó al mecenazgo de los Contemporáneos ni antes con el grupo Ulises, ambos considerados parteaguas en la cultura nacional. “Este movimiento no se hubiera logrado sin la aportación intelectual y económica de Antonieta, quien prácticamente dirigió el grupo junto con Salvador Novo y Xavier Villaurrutia”, afirma Acosta Gamas. Antonieta fue la única mujer escritora de este movimiento y la única que publicó en las revistas de dichos grupos. Escribió, tradujo, dirigió y actuó en montajes, financió, organizó; también fue profesora de teatro en la Universidad Nacional de México (hoy UNAM). Lo suyo, en definitiva, no fue nada más “abrir la cartera”.

En el primer tomo hay cuento, teatro, ensayo, prosa varia, traducción, novela y su crónica de la campaña electoral de José Vasconcelos por la presidencia de México en 1928, la cual finalmente fue ocupada por Pascual Ortiz Rubio. Ella había titulado este proyecto de libro La democracia en bancarrota. Tras su muerte, Vasconcelos se quedó con el material, le cambió el nombre a La campaña de Vasconcelos y lo publicó por entregas en su revista La Antorcha, entre 1931 y 1932.

Va fragmento de uno de sus cuentos:

Una vez más el viejo repetía lo que tantas veces había dicho: “Es necesario que, ya que hemos casado bien a nuestras mayores, la última, esa Carmen juguetona, tampoco se contagie del siglo. Edúcala como tu santa madre te educó a ti. Que cumpla fielmente con Dios y con sus padres, que sepa obedecer. Nada de amiguitas, nada de chorchas. Recuerda que nuestras mayores se casaron sin que sus novios hubieran puesto nunca el pie en esta casa. Así debe ser. Aquí no ha de entrar varón alguno que no sean mis yernos o yo.

(“Equilibrio”, tomo I, p. 58)

Ahora, un fragmento de texto teatral, pieza inspirada en el juicio celebrado contra José de León Toral y la madre Conchita, acusados, respectivamente, de la autoría material e intelectual del asesinato de Álvaro Obregón:

TORAL.-

No había yo terminado. Para mí, esas palabras, si fueron decisivas, no se lo manifesté; pero lo sentí. Al día siguiente comencé a prepararme para dar muerte al señor Olerón. Leí en la Biblia el pasaje de Judith, que tiene muchos puntos de contacto con las circunstancias actuales, y lo que más me impresionó fue que Judith obró sola. Voy a repetir un pedazo, para que vean lo que me impresionó. Judith se dedicó a la oración, y el día en que resolvió salir de la ciudad sitiada para dirigirse al campamento enemigo, dijo a los ancianos: “Encomiéndenme a Dios: no les digo lo que voy a hacer; sólo pidan a Dios por mí”. Eso fue lo que me impresionó y decidió a obrar solo. Aunque para lograrlo pensé en dirigirme a un amigo que era oleronista, pidiéndole que me consiguiera una credencial o un empleo; pero comprendí que sería comprometerlo. De manera que preferí obrar completamente solo. Así me vino la idea. En cuanto a esto, he terminado, señores jurados.

(“Un drama”, tomo I, p. 127)

El segundo tomo recoge parte de sus diarios, el estremecedor Diario de Burdeos y un epistolario que concluye con un fragmento de las memorias de Arturo Pani, quien fuera cónsul general de México en París e íntimo amigo de Antonieta (en mi opinión, un texto bastante revelador), además de una serie de comunicaciones que informan de su suicidio y entierro en el cementerio de Thiais, a las afueras de París. Todo lo anterior da cuenta de una Antonieta llena de ilusiones y proyectos que se van desmoronando a la par que su salud, y del cruel abandono de su familia y amistades del que fue víctima una vez que huye a Europa con su hijo, ante la amenaza de perder su custodia tras recibir su sentencia de divorcio en México.

Obras es la recopilación más amplia hecha recientemente sobre lo escrito por Rivas Mercado. Al respecto, Acosta Gamas refiere publicaciones anteriores a cargo de Isaac Rojas Rosillo (1975 y 1980), Luis Mario Schneider (1981 y 1987), Fabienne Bradu (2005), Antonio Ponce Rivas (2006), Cynthia Araceli Ramírez Peñaloza y Francisco Javier Beltrán Cabrera (2014).

Este trabajo fue un homenaje, en primer lugar, a Antonieta y su influencia en la cultura mexicana, así como al 90 aniversario del Teatro de Ulises, punta de lanza del teatro moderno en nuestro país; de las Ediciones de Ulises, proyecto editorial del grupo del mismo nombre; del nacimiento del grupo Contemporáneos, al igual que de su revista y su Antología de la Poesía Mexicana Moderna. En 2018 también se cumplieron 90 años de la creación de la Orquesta Sinfónica Mexicana (hoy Orquesta Sinfónica Nacional), cuyo patronato fue impulsado por Antonieta.

“Quisiera alcanzar la integración, la fórmula nueva de la mujer de la América Latina del mañana, que además de un corazón y de una sensibilidad tiene un cerebro”, escribió Antonieta a Pani (Obras, tomo II, p. 320). Cuando terminé la lectura no pude evitar preguntarme: ¿hasta dónde habría llegado de no haber ido a Notre Dame el 11 de febrero de 1931?

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