El infinito en la palma de la mano de Gioconda Belli / Cecilia Santiago

Es una historia suave y llena de cadencia, en cuyas letras me permití imaginar que, en el origen, quizá existió un majestuoso Ficus cotinifolia, una higuera de selvas secas y transiciones de bosques nubosos, un árbol de hojas redondeadas, planas y rugosas que entramadas entre ramas forman una copa que abriga su suelo.


Este libro es una narración de lo que les pudo haber acontecido a los protagonistas del drama primigenio de la creación, historia que no solo dio origen a los primeros seres humanos, hombre y mujer, sino a un gran torrente de mitos, simbolismos, creencias y explicaciones místicas y culturales sobre la expansión de las personas en la Tierra. Ficción que comúnmente se aliña con una gran culpa que sirve como epicentro para explicar el dolor al que nos hicimos acreedores los humanos por los siglos de los siglos, como consecuencia de haber fallado a las aspiraciones que tenía el padre elemental.

Para Gioconda Belli, la expulsión del paraíso terrenal es una excusa para alimentar con imágenes y hechos las motivaciones de una Eva curiosa, emprendedora, ávida de conocimiento y albedrío; y un Adán incrédulo, apacible, confiado y amoldado a su realidad dichosa, en la que podría vivir sin sobresaltos. La sustancia de esta novela no se aboca al destierro y a la perdida de la calma, la seguridad, la repetición de días luminosos sin sentido o la inocencia, sino al resultado de tomar decisiones y a aprender a vivir con lo elegido.

Es una historia suave y llena de cadencia, en cuyas letras me permití imaginar que, en el origen, quizá existió un majestuoso Ficus cotinifolia, una higuera de selvas secas y transiciones de bosques nubosos, un árbol de hojas redondeadas, planas y rugosas que entramadas entre ramas forman una copa que abriga su suelo. Sospecho que en ella colgaban exultantes y silenciosos sus numerosos siconos aromáticos, blandos y maduros. ¿Quién podría ignorar una invitación tan descarada? Ante tanta belleza, sencillamente no habría hecho falta una pequeña nota con el mensaje ¡cómeme! Incluso el supuesto instigador, podría haberse desdeñado.

Gioconda explora el despertar convulso, confuso, frenético y prodigioso del hombre y la mujer en sus últimas horas dentro del jardín celestial, en el que se miran y por primera vez se ven. Adquieren forma y sentido más allá de lo que hasta entonces eran, una especie de par con algunas diferencias, sin el deseo, sin el ansia, sin la experiencia del te quiero y del te necesito.

Como bien canta a sí mismo el poeta Walt Whitman:

Instinto… instinto… instinto… Instinto siempre procreando el mundo. De la sombra surgen los iguales que se contradicen y se complementan, la sustancia que se multiplica… el sexo como siempre… siempre una malla de identidades y diferencias…

La narración presume que después de ser catapultados a las planicies, montañas, mares y laderas, Adán y Eva experimentaron el dolor y la zozobra, sentimientos que les hacen dudar del valor de su libertad, no obstante, “La nostalgia tenaz cedió ante el alivio de estar vivos y ver los colores del mundo recuperar su intensidad”, haciendo que sus personajes sollocen con una tristeza extrañamente feliz, la cual, siguiendo el mito, es resultado de nuestra estirpe entrelazado al sino de ellos y sus descendientes: nosotras y nosotros que aún experimentamos la dicha y la tristeza de estar vivos.

El infinito en la palma de la mano adelanta el resultado de las decisiones humanas en sus entornos, medios de vida y relaciones sociales sin juzgarlas como correctas o incorrectas. Y de forma muy interesante, al ocaso de la historia que quiso ser contada introduce un elemento evolutivo que conectará al mito con la ciencia.

Me gusta pensar que, en el entramado de las historias y los descubrimientos atávicos sobre nuestra especie, todas las células de nuestros cuerpos son portadoras de una Eva mitocondrial que ha pasado de generación en generación a través de los linajes de mujeres infinitas, y que son ellas, y ellas exclusivamente, las que pueden legarlas a los hombres. 

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Ro
Ro
2 Años Antes

“un árbol de hojas redondeadas, planas y rugosas que entramadas entre ramas forman una copa que abriga su suelo.” así son las imágenes naturales que emergen del libro reposado, siempre anhelantes y usurpadoras de los muros de la habitación cuando surgen sus raíces y abrazan al buró repositorio, sin dejarlo escapar, entonces se vuelven parte del espacio y ahí se regresa de vez en vez hasta la última página.