Mugre rosa de Fernanda Trías / Adriana Dorantes

Mugre rosa

7.8

TRAMA

8.0/10

PERSONAJES

7.0/10

ESTILO

8.0/10

ESCENARIOS/ AMBIENTACIÓN

8.0/10

IMPACTO

8.0/10

Lo mejor

  • La narrativa es fuerte y mantiene la atención todo el tiempo
  • El rescate de temas que apelan a la actualidad

Puede mejorar

  • La construcción más cuidadosa de cada uno de los personajes
  • El final, pues es demasiado abierto y poco contundente

Una peste misteriosa está azotando una ciudad portuaria en la que la protagonista, como muy pocos habitantes ya, resiste. El hospital de Clínicas se encuentra saturado y ha dividido sus espacios casi exclusivamente para tratar a los pacientes que ingresan a consecuencia de los efectos palpables de la plaga.

Fernanda Trías nos introduce en un mundo que se acerca mucho a la distopía y al cataclismo, con personajes al límite hundidos en una lucha constante por sobrevivir. El declive comenzó un día en el mar, en donde los peces fueron expulsados muertos a la superficie, y continuó manifestándose en una niebla misteriosa y amenazante por dañina.

Es un mundo que evidencia una serie de temas cruciales, los cuales empatizan con el lector del siglo XXI que se encuentra viviendo una pandemia inesperada y sobre todo incierta. Uno de estos temas —que ya tiene rato haciéndonos eco— es la consecuencia del desequilibrio ecológico: en Mugre rosa se nos presenta un escenario donde los animales han muerto y la niebla es tan mortífera que ha contaminado los recursos naturales, por lo que los personajes se han visto obligados a alimentarse de una sustancia rosa que es producida por una de las pocas fábricas que siguen en pie. Resulta curioso que justo 2022 es el año en que se ambienta la película Soylent Green, que coincide con Mugre rosa en la producción masiva de una sustancia de origen desconocido que sirve para alimentar a los habitantes de las ciudades en resistencia.   

Otro tema fundamental que trata la novela es la complejidad de las relaciones humanas. Fernanda Trías lo pone en la mesa a través de la falta de instrumentos suficientes para la comunicación, la incertidumbre de no saber qué sucede con las demás personas aunque estén a pocos metros de distancia, el aislamiento de los enfermos y la ausencia de noticias certeras sobre algunos de los que se cree están internados en el Clínicas, pero de los que no se ha podido comprobar su ingreso.

En esta dinámica de encierro y expectativa, de constantes preguntas sobre lo que se vive, se enmarca la novela. Y así el lector comienza a adentrarse en los allegados de la protagonista y va desenredando sus caóticas relaciones: con su exmarido, que se encuentra internado en el área de crónicos del hospital y a quien a pesar de todo no deja de visitar; con su madre, a la que lucha por ver (en taxis que escasean y que cobran ya el triple de lo usual) y con quien la relación no es la más cordial y hermosa; con Mauro, un niño del que está a cargo y que tiene un síndrome que le impide la saciedad y que lo hace comer todo lo que se le atraviesa.

A pesar de que la premisa es buena y la narración lo suficientemente fuerte como para mantener el interés, hay momentos de muy poca tensión e incluso de desconcierto a lo largo del libro. Entre capítulos aparecen algunos diálogos breves que no queda claro a quiénes pertenecen. Los personajes en general carecen de fuerza e individualidad, pueden ser hasta intercambiables, a excepción de Mauro, que es el mejor definido por lo perturbador y lo grotesco, pero también por la ternura y la indefensión. La protagonista tiene momentos lúcidos y fuertes como la epifanía que vive al encontrar, por error, una alacena llena de comida real; sin embargo, le falta fuerza para consolidarse como el gran papel femenino que se nos presenta desde el inicio. Quedan a deber sus reflexiones sobre el desplome constante de su vida, sus abandonos o su dolor.

En este mismo tenor, la autora deja un final abierto que resulta anticlimático y débil, y que además deja a la deriva la expectativa generada por varias páginas de hechos y sensaciones que cuidadosamente la autora fue trazando a lo largo de todo el libro.

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