La bestia de ¿Carmen Mola? / Francisco Rapalo

Por Francisco Rapalo

La bestia transcurre durante principios del siglo XIX, en una Madrid amurallada, donde la pobreza y la violencia eran moneda corriente en la maquinaria social: se comía robando, se hacía plata vendiendo el cuerpo. 

Este es el contexto social en el que se instala la epidemia de cólera, que mataba a cientos de miles todos los días. Los cuerpos se apilaban en las calles, las instituciones médicas quedaban transformadas en centros de cuidados paliativos a los que la gente iba a morir en soledad, la desconfianza en los demás entraba en juego. Estas imágenes de corrupción —del cuerpo y de la moral— hacen eco particularmente con el pasado reciente: lo que vimos en la televisión durante los momentos más duros de la pandemia.

Se puede decir, sin culpabilidad, que este es el único mérito literario de la novela, una especie de paralelismo histórico como de espejos enfrentados.

Pero lo que de verdad nos encontramos en las más de 500 páginas de La bestia es una trama clásica —por no decir repetida— de aventuras, un thriller político que coquetea con temas oscuros, pero que los resuelve a través de una prosa manida y elementos sacados de un pulp: prostitutas hermosas y policías que buscan la redención.

Hay un asesino serial que descuartiza niñas en Madrid, y, tras la desaparición de Clara, Lucía hará lo imposible por recuperarla. A esta aventura se suman periodistas con ideales, policías de corazón blando, un monje guerrillero, prostitutas con deseos de trascendencia, actrices fracasadas y gente malvada de alcurnia; es decir, el reparto está compuesto por una serie de estereotipos que cumplen con su función para que la historia avance y nada más.

Pasa una cosa, luego otra, eventualmente llega el final y acaba. La linealidad del argumento, acompañado por una prosa barroca incomestible, dificultan que el lector pueda tragar semejante novela. El narrador omnisciente pasa de capítulo en capítulo por la cabeza de todos los personajes, por lo que escuchamos el mismo hecho tres o cuatro veces,sin variación, y ese buceo en la subjetividad no aporta claridad en la psicología de nuestros héroes y villanos. Cuando están tristes, lágrimas ruedan por sus mejillas. Cuando están contentos, inmensas y blancas sonrisas florecen en sus caras. Es casi trágico.

Carmen Mola —seudónimo bajo el que se ocultan tres señores— ganó el Premio Planeta 2021 por esta obra. El hecho de que sean hombres queda más que evidenciado en la descripción física de la protagonista, una niña a la que sexualizan en las descripciones cada vez que tienen oportunidad, incluso cuando pretenden juzgar su actividad de prostituta al mismo tiempo.

En resumen, La bestia no alcanza ciertas resonancias literarias que la crítica promete, y, como novela de entretenimiento, se queda corta.

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